Ciertas iniciativas pueden situarse en adscripciones ideológicas conocidas. El aumento al presupuesto de defensa, institucionalizar lo que signifique el patriotismo económico para reindustrializar al país, retirarse de acuerdos mercantiles de energía con otras naciones, detener parques eólicos o establecer referéndums de iniciativa ciudadana, son algunas propuestas de Agrupación Nacional, el partido de extrema derecha francés que encabeza Marine Le Pen.
La afición por el insulto, la aversión a los contrapesos y su exitosa tendencia por mermar la división de poderes pertenecen a los usos del trumpismo. Más en su versión renovada.
Una suerte de orfandad, no solo política sino también pragmática, se establece con la dificultad para relacionar posturas entre quienes hacen propios los envoltorios ideológicos.
Le hemos llamado populismo a un fenómeno con intrincados más primitivos. El nativismo, la mentira y la indecencia tomó los avatares de dicotomías políticas para vestir movimientos que ejemplifican los signos de nuestra época: el fin del siglo americano, la fragilidad de los valores republicanos franceses, el espejismo de la redención mexicana.
Si todavía hablamos de ideologías como lo hacemos es por su utilidad para eludir la realidad.
El entendimiento del país que presume el oficialismo ha negado las mayores crisis nacionales. No es cierto que comprendieron la realidad de México para modificar sus peores tragedias. Entendieron la estrategia electoral para ganar elecciones.
La disposición para aguantar promesas incumplidas y la ausencia de lógica define los ánimos políticos.
Entrados en la trampa de los recubrimientos, no solo las corrientes de la estridencia intentan desenvolverse entre contradicciones retóricas. También diferentes actores de la vida pública.
En cualquier lugar los grandes capitales dependen de un entorno jurídico. Algunos, esperan a conocer las condiciones posteriores a la Reforma Judicial para saber las reglas en las que actuarán. Otros, supongo, tratan de navegar en el imposible equilibrio de no confrontar al gobierno en la conciencia de que, al pasar la reforma, estarán en los principales afectados. Todo equilibrio imposible se explica a sí mismo.