¿Por qué ha aumentado la impermeabilidad de nuestras estructuras políticas a los saldos de sus acciones? La indiferencia nacional o incapacidad al escándalo son apenas una parte de la explicación, como también la adscripción identitaria o la aceptación social a la mentira. Hay un componente de dimensiones más prácticas.
En la vida política de las sociedades no siempre tuvimos sentido del tiempo y temor de él. Las nociones de democracia crearon una complicación provechosa y obligaron a pensar en el fin y la continuidad del poder. Bajo estándares democráticos, en principio, éste se pierde con la decisión electoral de modificar los métodos por sus costos: falta de salud, violencia, impunidad.
Fuera de democracia y en su fragilidad, el tiempo es un trámite y la perpetuidad se da por sentada.
El espíritu de la época facilitó gobiernos que sacrifican el futuro en nombre de un presente y su perversa valoración del instante.
Para México, hoy, el código de la permanencia se encuentra a destajo en la apuesta por un centralismo muy parecido a una teoría del todo; la visión no universal de derechos humanos con la óptica de quien debe impedir su vulneración y no lo hace, o la vulnera; la retórica triunfalista a costa de la adecuación a la barbarie y las malas condiciones de vida —falta de medicinas, imposibilidad de tránsito, carencia de agua, percepción negativa de seguridad—.
Desarrollamos lo que podríamos llamar una democracia coercitiva. Cada aspecto de la vida se rige desde ese lugar: tolerancia a la corrupción, mercado negro de gasolina, cigarros, drogas, vidas, medicinas, producción agrícola, control territorial.
El entendido de democracia mexicana ha perfeccionado, como en pocos países, un esquema de inmunidad a condiciones que en otros lugares implicarían un costo político: el sistema mexicano es el de los operadores, malabaristas de la influencia política y económica, dueños de intrigas.
Nuestra aportación para eludir el paso del calendario es el refinamiento en la dependencia a personajes capaces de modificar, en los márgenes, rumbos políticos hasta hacer de su marginalidad la estructura principal. El camino al 2027 está ahí. No coincidiré con él, pero tampoco hay otro.
¿Por qué ha aumentado la impermeabilidad de nuestras estructuras políticas a los saldos de sus acciones? La indiferencia nacional o incapacidad al escándalo son apenas una parte de la explicación, como también la adscripción identitaria o la aceptación social a la mentira. Hay un componente de dimensiones más prácticas.
En la vida política de las sociedades no siempre tuvimos sentido del tiempo y temor de él. Las nociones de democracia crearon una complicación provechosa y obligaron a pensar en el fin y la continuidad del poder. Bajo estándares democráticos, en principio, éste se pierde con la decisión electoral de modificar los métodos por sus costos: falta de salud, violencia, impunidad.
Fuera de democracia y en su fragilidad, el tiempo es un trámite y la perpetuidad se da por sentada.
El espíritu de la época facilitó gobiernos que sacrifican el futuro en nombre de un presente y su perversa valoración del instante.
Para México, hoy, el código de la permanencia se encuentra a destajo en la apuesta por un centralismo muy parecido a una teoría del todo; la visión no universal de derechos humanos con la óptica de quien debe impedir su vulneración y no lo hace, o la vulnera; la retórica triunfalista a costa de la adecuación a la barbarie y las malas condiciones de vida —falta de medicinas, imposibilidad de tránsito, carencia de agua, percepción negativa de seguridad—.
Desarrollamos lo que podríamos llamar una democracia coercitiva. Cada aspecto de la vida se rige desde ese lugar: tolerancia a la corrupción, mercado negro de gasolina, cigarros, drogas, vidas, medicinas, producción agrícola, control territorial.
El entendido de democracia mexicana ha perfeccionado, como en pocos países, un esquema de inmunidad a condiciones que en otros lugares implicarían un costo político: el sistema mexicano es el de los operadores, malabaristas de la influencia política y económica, dueños de intrigas.
Nuestra aportación para eludir el paso del calendario es el refinamiento en la dependencia a personajes capaces de modificar, en los márgenes, rumbos políticos hasta hacer de su marginalidad la estructura principal. El camino al 2027 está ahí. No coincidiré con él, pero tampoco hay otro.