Dicen que errar es de humanos, pero perdonar, no. El deporte favorito de las redes sociales es hoy “funar”, matar con memes, comentarios destructivos y enjuiciar, antes de siquiera haber considerado si yo estoy libre de tirar las piedras virtuales, porque tengo un montón de cadáveres en el clóset. Si bien afilamos el cuchillo de nuestros enemigos y lo clavamos en repetidas ocasiones en nuestro corazón y mente, es casi imposible no sentir las puñaladas virtuales. Devolver ese cuchillo, como señalan los gurús del control mental puede ser sencillo, se sale de todas las herramientas que te mantienen conectado con el mundo como hace el actor Cillian Murphy, quien, asegura, no necesita más reflectores que los conseguidos en su carrera cinematográfica, porque las redes sociales son la jungla, Vive, pues, en la inopia virtual y es saludable.
La equivocación humana, sin embargo, toma otro camino cuando el que falla es político o médico. El primero, cae en la corrupción; el segundo, entierra sus errores. Ambos no sólo están condenados a la “funa” en las redes sociales son juzgados por las leyes del hombre. ¿La muerte virtual es equiparable a la muerte social, a la inhabilitación legal?
No, en definitiva. El político pide el voto ciudadano para ejercer una representación y acepta someterse al escrutinio, aunque luego saque a pasear un traje de una delicada piel. El resto de los seres humanos se somete al escrutinio anónimo de las redes sociales, porque lo que no se sube a las redes no pasó. Un ejército de humanos tiene cuentas en las diversas plataformas digitales y expone su vida con los riesgos incluidos, por eso afilamos el cuchillo de nuestros “haters”. Les invitamos a alterar nuestra paz mental, si nuestra inteligencia emocional lo tolera. Es un juego perverso que se vuelve criminal si el objeto del odio es un niño o adolescente. La fragilidad en esa edad es normal, porque apenas se está en construcción de la estabilidad. Si el errar es de humanos, hemos olvidado que también el perdonar. El perdono, pero no olvido y antes “funo”, como deporte es un cuchillo sin mango: lastima al que lo recibe y también al que lo empuña. La sensación de atacar, desde el anonimato es brutal, pero se olvida que en redes nada se borra y todo es rastreable, errar es de humanos y lo inhumano es “funar” sin ton, ni son.