No se trata solo de los candidatos. Las elecciones del 2 de junio próximo tienen mucho, pero mucho que ver con los ciudadanos.
Y no hablo de los más de 98 millones de personas que están habilitadas para votar. Hay entre ellos un ejército de mujeres y hombres, quienes por gusto, por convicción, por sentido patriótico, se convertirán en funcionarios de casillas. Nada más en el proceso federal habrá un millón 532 mil 358 personas encargadas de recibir, cuidar y contar los votos, y luego entregar los resultados a las autoridades. Por cada casilla hay un presidente, dos secretarios, tres escrutadores/as y tres suplentes generales. Además, hay millones de ciudadanos que acudirán a las mismas casillas para representar a partidos o candidatos. Son siete partidos, imagine usted la movilización. E insisto en que únicamente escribo sobre el proceso federal.
Faltan de contar todos los funcionarios que son contratados de manera eventual para realizar labores que van desde la capacitación, hasta la organización del proceso, incluyendo la sistematización de los resultados. Y los trabajadores fijos del Instituto Nacional Electoral.
La llamada fiesta de la democracia moviliza a millones en diferentes ámbitos. Es cierto que las personas que serán votadas tienen el papel protagónico, pero nada podría existir en nuestro sistema electoral sin la participación de todos.
Tendemos a descalificar las elecciones porque reaccionamos de mala manera cuando los candidatos no cumplen o no están a la altura de las expectativas. Pero lanzarse a criticar cuando no tomamos en cuenta el esfuerzo de los demás, cometemos un error. Ni el actual INE, ni el anterior IFE, deberían tener esos nombres. Lo que en realidad se tiene es un Instituto Ciudadano Electoral, pero con otro nombre.
La politización ha deslucido las elecciones. Las que vienen serán ejemplares si el resultado se respeta por los partidos y los políticos. En caso de pretender manchar el proceso, lo único que ocurrirá es desalentar un enorme esfuerzo social.
No me harán mucho caso, pero la próxima entrega de la Medalla Belisario Domínguez debe ser, de manera simbólica, para todas y todos los ciudadanos que sean voluntarios en el proceso del 2 de junio. Se lo merecen.