El domingo 19, Colombia elegirá en segunda vuelta a su presidente entre dos candidatos: Gustavo Petro, ex guerrillero, ex senador y ex alcalde de Bogotá, de izquierda y quien ha contendido tres veces; y Rodolfo Hernández, a quien se señala como “el Trump colombiano” y quien semanas antes de la primera vuelta nadie esperaba que lograra llegar a esta instancia.
Las encuestas muestran un empate técnico entre un viejo lobo de mar y un empresario que ha logrado acercarse “al pueblo” a través de un discurso anticorrupción, antisistema, antidespilfarro y de ideas grandilocuentes pero poco estructuradas “a favor de los pobres”. El que ambos estén en la boleta es un golpe al uribismo, la corriente de derecha que llevaba 20 años gobernando Colombia y que hoy está fuera del corazón de la gente.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha abogado a favor de Petro. Dice que “está enfrentando una guerra sucia de lo más indigno y cobarde” porque “todos los conservadores y sin ética” se están uniendo en su contra como lo hicieron con él.
Petro es un político más progresista y de izquierda que AMLO. En realidad, quien sí ha seguido sus pasos, sus frases y sigue copiando sus ideas es Hernández, quien ha señalado ser su “admirador y seguidor”. En un video posteado en Facebook en julio de 2019 ya decía sobre AMLO: “Lo he venido siguiendo por YouTube y, en ocho meses, ha hecho una revolución en su administración. Sus ‘politiqueros’ contendientes lo critican porque les ha quitado los lujos que tenían: pensión, seguros, aviones”.
Desde entonces ha ido siguiendo (¿copiando?) sus pasos. Si los tres principios básicos de AMLO son “no mentir, no robar, no traicionar al pueblo”, y cada semana repite que habrá “cero impunidad”, el lema de Hernández es: “No robar, no mentir, no traicionar y cero impunidad”. Lo mismo sucede con la frase de que no puede haber gobierno rico con pueblo pobre.
Hernández ya ofreció que, al ganar, la casa presidencial Palacio de Nariño será convertida en un museo, igual que sucedió con Los Pinos. Las iniciativas mexicanas del Banco del Bienestar y el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado se transformarán en algo similar. La propuesta de vender el avión presidencial (que lleva años sin comprador) también será retomada. Eliminar los exámenes de admisión para las universidades públicas —que AMLO no ha completado, pero que ha insistido— ya está en la lista de Hernández. Si AMLO propuso trabajar seis días a la semana, Hernández dice que el día laboral debería ser de 11 horas. Y las conferencias mañaneras diarias, símbolo obradorista, podrían implementarse en Colombia después de la segunda vuelta.
La lista de acciones para el bien de “el pueblo” y contra “los politiqueros” que Hernández promete y que AMLO ha implementado —o ha dicho que implementará— continúa. Hernández, igual que López Obrador en su momento, está capitalizando el descontento de los ciudadanos con la clase política “de siempre”. El colombiano también ha dicho ser admirador de Nayib Bukele, el presidente salvadoreño, quien tiene una retórica similar a la del mexicano, aunque con una dosis mucho más grande de autoritarismo.
Más que “el Trump colombiano”, Hernández sigue los pasos de AMLO. Y sería buena idea que los electores de ese país, antes de la segunda vuelta, se vieran en el reflejo mexicano.
Mael Vallejo@maelvallejo