En junio de 2020 a Emmanuel Cafferty, mexicoestadunidense que vivía en California, lo despidieron. Una persona le tomó una foto mientras él conducía su camioneta con una mano fuera de la ventanilla, la posteó en redes y dijo que Cafferty estaba haciendo un símbolo racista con sus dedos: el pulgar y el índice formando un círculo y los otros tres dedos extendidos. Aunque también es el símbolo de OK, los grupos supremacistas blancos lo usan para decir white power (poder blanco). El trabajador de la construcción dijo que solo estaba tronando sus dedos. La foto se viralizó, fue despedido y un año después, en octubre de 2021, seguía desempleado.
La historia formó parte de un documental producido por Monica Lewinsky sobre la llamada cultura de la cancelación: 15 Minutes of Shame. Como el de Cafferty, hay cientos de relatos similares en documentales, redes, notas. Esta semana un restaurante de Ciudad de México se hizo viral porque una cuenta de Twitter posteó: “Nos llega el reporte de que en Sonora Prime Grill Masaryk de @SonoraGGroup dividen a clientes dependiendo de su aspecto físico y color de piel”. Es decir, hay una zona para personas “caucásicas” y otra para “no caucásicas”. Después publicaron otros testimonios anónimos que señalaban que el grupo restaurantero debe “muchísimo dinero” a sus proveedores, que “sobornaron y compraron” una certificación y que los sommeliers rellenan botellas de vino. Ningún tuit aportaba una sola prueba.
El caso se viralizó y hubo cientos de memes y notas en medios. El restaurante desmintió los hechos, el Copred capitalino abrió “un expediente de queja por las conductas de racismo denunciadas” y la misma cuenta lanzó después otro tuit donde decía que “al parecer” otros tres restaurantes también “segregan clientes”.
Hasta ahora la única investigación en curso, sin ningún resultado oficial, es la de Copred. Ningún medio publicó pruebas de que exista la segregación o alguna de las otras fallas y delitos que denunciaban los tuits. Puede ser que en ese lugar sí sean racistas: cualquier persona morena ha sentido (hemos sentido) esa discriminación en restaurantes, tiendas departamentales, discotecas y demás. Son códigos nunca escritos, sino interiorizados. Ese restaurante, además, cuenta con una veintena de sucursales y forma parte de un grupo aún más grande. Dudo que esto vaya a afectar sus ganancias millonarias: no son Cafferty perdiendo su empleo. Esto será el escándalo de la semana y servirá, en todo caso, para seguir hablando sobre el clasismo y racismo en México.
Pero más allá de eso, habría que revisar cómo discernimos sobre la veracidad o no de lo que postea una cuenta anónima, con información de otros anónimos, sobre hechos que supuestamente pasaron. Los medios no investigaron si esto era verdad o no, solo citaron a la cuenta de Twitter. Una de las reglas del periodismo es —debería ser— comprobar la veracidad de las denuncias. Y como sociedad también decidimos que, porque algo se viralizó, es verdad. Nadie ha comprobado nada de lo que dice esa denuncia, pero ya se acepta como un hecho real.
De nuevo: es cierto que algunos restaurantes discriminan y que es algo sistémico. Pero también lo es que sí hay muchos supremacistas blancos que hacen la señal de white power, pero que a veces gente como Cafferty pierde su empleo porque le tomaron una foto tronándose los dedos. Los hechos, y no la viralidad, deberían ser los que hablen.
Mael Vallejo@maelvallejo