Increíble lo que vemos.
Lo que sucedió en Lagos de Moreno, Jalisco, con la muerte de estos cinco jóvenes, que además fueron objeto de la crueldad, es una cachetada a todos los mexicanos, porque siempre habíamos sido un pueblo que respondía con revoluciones, pero jamás dependiente del crimen organizado o del terrible flagelo de la droga que, además, quizá lo más horrendo subjetivamente, es que todo eso se practica por jóvenes y afecta a jóvenes, como en el caso de Lagos de Moreno.
Cuando apenas sonreíamos porque había disminuido un poco la pobreza común, no la extrema, según información del Inegi y podíamos presumir algún éxito en este régimen de protección a los pobres, resulta que en muchas partes de la República, Lagos de Moreno como ejemplo, además de Veracruz, Michoacán, la frontera y también nuestra ciudad, continúa existiendo la violencia desmedida e incomprensible para las mentes sensibles y con una gelidez impresionante para los cerebros de dirigentes cuya obligación es, como prioridad, cuidar la seguridad de aquellos a quienes gobiernan.
Si no hay esto, como decía Rousseau, o lo esbozaba con mucha calidad el famoso escritor León Tolstói, o Tomás Moro, sacrificado obispo inglés, que a la vez fue escritor, teólogo, político y humanista, o muchos filósofos que analizaron el proceso del Estado, no hay necesidad de este último.
Lo anterior, porque si el Estado no puede cuidar a nuestros hijos y lo que hace es puramente político e intrascendente, con obras que aunque son necesarias y por ende existen recursos para ellas, pero no con un cambio cultural que modifique nuestra forma de ser, para que nos dé pánico la violencia y el terror organizado que recientemente se ejemplificó en un lugar muy bello de la provincia mexicana, Lagos de Moreno, lo que muestra que estamos muy lejos de saber cuáles son nuestras responsabilidades en el arte-ciencia de gobernar.
Descartes: Pienso, luego existo… Cualquier sensibilidad está rota cuando se fractura la obligación del Estado y además no se ven soluciones a corto plazo, para evitar que nuestra vida esté en la incertidumbre.