Uno de los curiosos comportamientos que tenemos los humanos es el uso de máscaras.
Desde tiempos prehistóricos hemos buscado la manera de alterar nuestros rasgos faciales con propósitos que pueden ir desde el simple engaño, la suplantación o el ocultamiento de intenciones, hasta imágenes de arquetipos que subyacen en nuestra memoria ancestral como modelos perfectos y divinos.
A finales del la edad media (1492), en la región francesa de La Borgoña surgieron las mascaradas.
Espectáculos con implicaciones políticas siempre con un final de felicidad y de concordia, a los que invitados y anfitriones asistían enmascarados a celebrar un nacimiento, un matrimonio o un cambio de gobernante.
Años más tarde la mascarada se integra al teatro en forma de intermedio, en el cual se ofrecía una obra breve y ligera que con frecuencia aliviaba la tensión de la tragedia que se presentaba, dando así un “descanso” a la atención del público y también a los actores, cuyo trabajo actoral interno a veces los “encadena” al personaje que representan, ya que para que una actuación sea convincente, requiere que el actuante se integre a su papel.
Este ejercicio de acrobacias emocionales, en ocasiones hace que el actor luego de una temporada teatral o filmación se quede “en personaje”, suele decirse en términos histriónicos, lo que en ciertos casos requiere de terapia especializada para que pueda “volver” a la realidad.
Algo parecido a lo anterior sucede también al parecer con los políticos, llega un momento en que el uso continuo de la máscara que integran a su rostro y su expresión corporal, hace que su percepción de la realidad cambie y sus ofertas de felicidad y de concordia se multipliquen.
Lo curioso es que esa máscara también contiene elementos arquetípicos de Esperanza y Divinidad, que no solo hace que les creamos, sino que como buenos actores que son, ellos mismos también “se la creen”.
El diccionario define mascarada como: Engaño, enredo, trama urdida para ocultar algo o engañar.
Son tiempos electorales y entre bambalinas se escucha una voz que dice: ¡Que empiece la mascarada!