Lo sepamos o no, hay en nuestro interior un extenso y complejo entramado de conductores que a manera de cables, trasmiten entre el cerebro y el resto del cuerpo innumerables mensajes eléctricos o químicos necesarios para la vida.
Es el sistema nervioso, del que dependen muchas funciones que pueden considerarse como voluntarias, tales como muchas de las actividades musculares, pero también otras que se realizan en forma “automática” y no dependen de nuestra voluntad, como la respiración, la digestión, el ritmo cardíaco o la temperatura corporal.
Pero es quizá la respiración, la que más nos vincula, y porque no decirlo, nos hermana no solo con el resto de los seres humanos , sino también con absolutamente todos los demás seres aeróbicos que habitamos sobre la tierra.
Desde nuestro primer aliento al nacer, la respiración es un proceso que nunca cesa mientras vivimos, con el cual distribuimos por todo nuestro cuerpo el oxigeno que tomamos del aire y que en un proceso llamado intercambio de gases, regresamos al exterior como dióxido de carbono, el cual es absorbido por las plantas, que mediante la fotosíntesis, producen una amplia gama de compuestos orgánicos necesarios para la vida de otros animales de los que nos alimentamos, no sin que algo de ese nuestro dióxido de carbono emitido, vaya a parar a los pulmones de quien se encuentre cerca, no importa el titulo, rango o puesto que ostente, o del color de su piel.
Tal vez por esa importancia de la respiración o aliento, Agustín de Hipona hablaba de la halitación o hálito de vida como energía, potencia o vigor.
Las diferentes escuelas de Yoga lo utilizan (Pranayama) como medio de relajación y conexión corporal. Y las tan de moda formas de meditación se centran en la concentración en la inhalación y exhalación.
Pero más allá de todo esto, algo muy especial hay en el acto de respirar, algo que realmente nos une y que aquí vale la pena repetirlo:
nos hermana con absolutamente todos los demás seres aeróbicos que habitamos sobre la tierra, pues bajo un mismo sol, todos compartimos el mismo aire. Lo sepamos o no.