Las celebraciones navideñas están a la vuelta de unos días y parece que a medida que se aproximan, aumenta el acelere de la población en general, el tráfico vial aumenta y las fricciones entre conductores se multiplican, algunas con resultados lamentables además de absurdos por haber sido evitables, con un poco de paciencia y otro tanto de esa forma de criterio llamada cordura.
Pero esos dos ingredientes no son suficientes para luchar contra todo un ejército de enemigos emocionales que se alojan en nuestra mente, como: la prisa, la frustración, la depresión, la amargura, el rencor, las culpas, los sentimientos de minusvalía y un amplio catálogo más de emociones oscuras que sabiéndolo o no, todos guardamos en una escondida parte de nuestra mente, como en un arsenal que de no controlarse, en cualquier momento puede hacer que una persona afable y sensible se transforme en un ser cruel y desequilibrado, como los presenta R.L. Stevenson en su famosa novela del Dr. Jekyll, y Mr. Hyde.
Publicada en 1886, época en que la psiquiatría estaba “en pañales” y el psicoanálisis de Freud aun no existía como método, la novela pronto se convirtió en un “best seller” al abordar el tema del dualismo en el ser humano, que Stevenson presenta en su personaje como un caso de personalidad escindida, (cercenada), luego llamado Trastorno de Personalidad Múltiple y actualmente Trastorno de Identidad Disociativo (TID).
Resulta difícil de creer, y más aun de aceptar, que la faceta criminal y maléfica de nuestra naturaleza humana que se documentó hace mas de 100 años como un trastorno psicológico, no solo no haya disminuido a pesar de todos los adelantos tecno-científicos de los que tanto presumimos, sino que peor aún, su conocimiento se ha “normalizado” como algo que así es y que no se puede cambiar.
Cada año trae consigo una nueva Navidad, misma que se crea o no en la leyenda mística, es una oportunidad (para algunos quizá la última), para redescubrir y vivir el mensaje de amor que entraña, el que debemos entender, que de una u otra forma es superior a cualquier otro deseo.