Comunidad

El duelo que se prolonga

Desde el nacimiento enfrentamos pérdidas inevitables: etapas que terminan, vínculos que cambian, personas que parten. 

Cada pérdida activa un proceso de duelo, cuya intensidad depende del significado personal que atribuimos a lo perdido.

La palabra “duelo” proviene del latín dolus: dolor, aflicción, sentimiento. 

En Duelo y melancolía Sigmund Freud escribió que “el duelo es, por regla general, la reacción frente a la pérdida de una persona amada”. 

No toda pérdida provoca el mismo impacto; su grado depende de los lazos que la unen con nuestra identidad.

El duelo no sólo surge ante la muerte: también acompaña rupturas, mudanzas, finales silenciosos, cambios de vida o el hecho de quedarse sin salud o sin empleo. 

Es un proceso emocional, psicológico y social que busca restablecer el equilibrio interior. Aunque es único para cada persona, suele compartir reacciones físicas (opresión, fatiga, insomnio), emocionales (tristeza, enojo, culpa), cognitivas (pensamientos obsesivos, confusión) y conductuales (aislamiento, visitas a lugares compartidos, atesorar objetos).

Freud afirmaba que, pese a que altera profundamente la conducta, el duelo no es una enfermedad, sino una reacción humana profunda. 

Con el tiempo la mayoría logra superarlo. Sin embargo, algunos procesos se complican. 

El doctor J. William Worden, miembro de la Asociación Americana de Psicología, señala que un duelo sano implica aceptar la pérdida, afrontar las emociones, adaptarse a la nueva realidad e integrar la ausencia para seguir viviendo.

No existe un tiempo exacto para procesarlo. La duración varía según el vínculo, la edad, la causa de la pérdida y las experiencias previas. 

En opinión de los expertos un duelo saludable dura entre uno y dos años. Si se prolonga demasiado o la persona que lo vive queda atrapada emocionalmente, puede volverse crónico. 

Robert A. Neimeyer, —profesor del departamento de Psicología de la Universidad de Memphis, editor, escritor y experto en tanatología—recomienda buscar apoyo profesional cuando el dolor paraliza o interfiere gravemente con la vida cotidiana y se presentan señales de alerta como aislamiento excesivo, culpa persistente, abuso de sustancias o pensamientos suicidas.

Al final, la muerte es parte del ciclo vital, es el último acto de la existencia y aunque el dolor por la pérdida es inevitable, el duelo es el puente que permite seguir adelante, reconstruirse y aprender a vivir con la ausencia.


laura.parra@ibero-torreon.edu.mx

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Laura Elena Parra
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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