Como lo he sostenido en otras oportunidades, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), es un líder político nato, lo cual no se le perdona. En México rara vez se reconocen los liderazgos personales –mujeres u hombres- como tampoco de equipos si no son empáticos a nuestra forma de pensar.
Sin embargo, como la realidad es una, agrade o desagrade, AMLO cumplió ya su cuarto año al frente del gobierno federal y arribó con una media nacional del 61 por ciento de aprobación.
Así inicia su penúltimo año como presidente de la República.
Empresas encuestadoras por sí mismas, medios de comunicación y periodistas opinadores opuestos a su gobierno, no pueden rechazar esos números que les arrojan sus entrevistas de campo o telefónicas. Oráculus, que lidera uno de sus principales críticos, Leo Zuckerman, sintetiza periódicamente tales muestreos que lo ubica en esa posición.
Por otro lado, el periódico Reforma, que todos los días le endilga hasta el rosario a López Obrador, hizo público hace un par de días que, a la pregunta de por qué partido votaría la gente si fuesen las elecciones presidenciales ya, Morena obtuvo un 46 por ciento, muy muy lejos del PRI y del PAN.
En el programa Tercer Grado (Televisa), del miércoles 31 de agosto, fue casi unánime la conclusión de la y los comentócratas de que AMLO es un fenómeno en el terreno de la comunicación política y que eso, más allá de desaciertos o resultados mediocres en su gestión, lo tiene en la cima como presidente y líder político.
¿Esto es señal de qué? ¿Esto es democracia o autoritarismo? ¿O es derivado de una trayectoria cercana al grueso de la población que tanto molesta a quienes tenían secuestrado al país y su conciencia es clasista?
Periodistas y medios informativos, lo digo y lo sostengo, han hecho gala de una libertad de prensa como hacía décadas no existía. (Los asesinatos de colegas son un tema aparte).
Y también, como en otros capítulos de la historia nacional, al dejar de recibir recursos del erario, y adheridos a cúpulas políticas y capitalistas, se han encargado de sembrar vía la denominada infodemia, un deplorable recurso del que han echado mano para golpear por todo a López Obrador y su gobierno.
La actividad periodística, que se ha multiplicado acogiendo a quienes buscan corruptamente pertenecer al gremio, lo único que ha provocado es una mayor conciencia y responsabilidad sí, en los estratos sociales, un intenso debate entre sectores, una toma de posiciones que se desconocía pero que no concede ni un milímetro y que, ante AMLO, una mayoría opta por apoyarlo.
¿Por qué este escenario? ¿Por qué AMLO mantiene su aprobación? ¿Por su narrativa que penetra pensamientos de unos y otros y combate los que por largas décadas encajonó al país y a los arrumbados en la pobreza, el desprecio, el engaño, la injusticia?
La prensa antes del actual sexenio federal, considero, vendió caro y desvió su rol, su misión social.
Centrada en el debate del discurso presidencial, de solo confrontarlo, se olvida que su influencia viene a menos en relación a la conciencia que, quiérase o no, hay ya en más mexicanos.
Siendo así, la falta de credibilidad y de confianza, la necedad de ejercer un periodismo clasista, de repetir ideas y posturas que no se sostienen por sí solas, fortalecen no solo a AMLO sino a lo que representa, con todo y los desaciertos que se le imputan.
Y si en la democracia la mayoría manda, así lo está decidiendo la gente.