Sociedad

Los partidos y sus mercancías

En estas épocas posmodernas, sustentadas en la “posverdad”, hemos llegado a niveles de pragmatismo electoral que han hecho desaparecer toda ideología sustantiva y permanente en posesión de los políticos y las políticas (con honrosas excepciones) donde las promesas entonces suenan huecas, y que, para desgracia de la política, han convertido a estas y estos actores en un producto de consumo más.

Ningún partido político o expresión política se encuentra excluido de esta [por desgracia] generalización. Pero el consumismo político ha llevado a lo burdo el asunto. Veamos.

El partido Movimiento de Regeneración Nacional –por su dominancia política- se ha convertido en el peor ejemplo de esto. Sus militantes y simpatizantes (con legitimas intenciones y proyectos políticos) son desplazados por los intereses de las elites que hacen candidatos tanto a expolíticos panistas derechistas (Javier Corral y Manuel Espino, por ejemplo) que a priistas que se bajaron del barco hace mucho o hace dos días (da igual) –Alejandro Murat, o Eruviel Avila- y puestos en posiciones de candidaturas plurinominales privilegiadas para que ni siquiera se despeinen o se ensucien los zapatos. Y a nivel local Rocío Corona o Javier Guizar dan ejemplo de lo dicho, -aunque la primera sí tendrá que hacer campaña dentro de la coalición. En todos estos casos la coalición es el pretexto. Unos entrarán por el Partido Verde, otros por el Partido del Trabajo, otros por el partido local Futuro y otros por el partido, también local, Hagamos.

Como consecuencia muchos militantes que tenían aspiraciones a una candidatura han quedado fuera de tal posibilidad (Alejandro Puerto, en Zapopan, es un claro ejemplo).

Pero el caso de Pablo Lemus igualmente sirve para entender las dinámicas de Movimiento Ciudadano. El candidato a la gubernatura del Jalisco por MC, en el colmo de los colmos, ¡no es militante de dicho partido! Y se ha encargado de decirlo a los cuatro vientos. Y lo dijo fuerte y bajito cuando aún no se consolidaba su candidatura por tal instituto: él podía irse a cualquier partido que le diera la candidatura al cargo (su verdadero interés), ya que no era más que un simple simpatizante (a pesar de ocho años como presidente municipal en dos importantes municipios) y podía abandonarlo si quisiera. Filtraciones en columnas de chismes políticos iban y venían para presionar a Enrique Alfaro y a Dante Delgado (menos, en este último caso). Y en el colmo de los colmos se llegó a decir que Morena estaba listo para recibirlo con los brazos abiertos, fanfarrias y aplausos. ¡Faltaba más!

Y en el PAN a nivel local hace seis años sucedió lo mismo: militantes abandonaron el barco hundiéndose para refugiarse en el de Movimiento Ciudadano. En Morena a nivel federal quedaron los ejemplos de Lili Tellez, Germán Martínez Cazares y otros que al final no pudieron convivir con los afanes de la 4T. Se fueron tronando, y a tambor batiente, en son de guerra.

Todo esto para ilustrar que nuestra vida política actual ha quedado convertida en un objeto de consumo más. Cuántos seguidores tienes en las redes definen la importancia de un “influencer”. Aunque sean banales sus comentarios y sus transmisiones, lo que cuenta son los “likes” y sus seguidores. Así las políticas y los políticos: si te conocen, y en las mediciones demoscópicas te dan “likes”, ya la hiciste, no importa que antes hubieras dicho mil cosas malas y falsas del partido que te recibe. Eres buena mercancía. Si no que te hagan candidato plurinominal, da igual. De todas maneras quedas, -si tu partido o coalición no se lleva el carro completo.

¿Y el respeto a la militancia real y genuina? Bien gracias. Donde siempre la han tenido los dirigentes y elites partidistas: en la nada, en cargos modestos o de plano, minúsculos de partido. En “espérate, que ya te tocará si te disciplinas”, “no atentes contra la unidad del partido” (ja ja ja) y muchas respuestas por el estilo, que me hacen recordar épocas idas donde el dedazo priista era muy eficiente para ello: te aclimatas o te “aclichingas”. ¿Y la militancia? Como el chinito: nomás “milando”. Viéndolas pasar.

Los partidos y sus mercancías


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José Luis Castellanos González
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