Todos los días hay nuevos datos que nos descubren la estrategia de Trump.
Cada tuit, cada discurso, cada agresión, define claramente lo que Trump se propone contra nosotros: la expulsión de millones de mexicanos pobres que han tenido la audacia de emigrar y trabajar sin papeles en Estados Unidos.
El objetivo nítido de Trump es: limpiar a su país de mexicanos sucios y con habilidades limitadas.
Así, queda claro que el propósito de Trump es racista y abiertamente discriminatorio, contra quienes le parecen estéticamente indeseables y laboralmente inviables.
Y el método que ha elegido para lograr este propósito es el de criminalizarlos.
Acusándolos de cometer desde faltas intrascendentes hasta atrocidades deleznables.
Y ocultando que, según todas las estadísticas disponibles, los emigrantes sin papeles delinquen menos que los estadunidenses por nacimiento.
Y como el verdadero objetivo de Trump es expulsar a millones de mexicanos, la lógica elemental indicaría que la estrategia de México sería la de defender —con la ley en la mano— la estancia de los paisanos allá.
Pero no, hasta hoy esto no ha ocurrido así. El gobierno y los grandes medios han desviado la atención de la verdadera agresión, que es la deportación forzada e ilegal de millones, hacia el rechazo al muro y la defensa del tratado comercial. Asuntos de menor relevancia.
Así que, los ciudadanos tenemos que obligar a los burócratas mexicanos a focalizarse en la defensa de la verdadera agresión: la protección de los derechos humanos de los paisanos y su patrimonio: las remesas.
Aunque tenga menos glamour defender mexicanos pobres e indefensos que otros desplantes patrióticos huecos.
Si hace 170 años fuimos incapaces de evitar el despojo de la mitad de nuestro territorio, ahora no podemos actuar con el mismo desdén y cobardía de entonces. Así que, si no impedimos la expulsión injusta de los paisanos, seremos responsables de nuestra derrota definitiva y nos haremos acreedores del desprecio universal.
alvalima@yahoo.com