Cultura

Un elefante en Silao

Un elefante en Silao
Un elefante en Silao

Una lejana tía abuela sufrió un célebre soponcio en el patio trasero de su casita solariega allá en Silao, Guanajuato. Se cumplen ahora 110 años exactos del confuso amanecer en el que mi tía Ramona salió de la cocina a regar gardenias sin saber que el Gran Circo Estrella había desenganchado sus vagones de tren a pocos metros de los rieles que atravesaban el llano colindante a la casita de la abuela y —al tiempo que la mayor parte de la fauna pastaba cubierta por los vagones— quedó de este lado un voluminoso paquidermo que alcanzó a barritar en el instante exacto en que Ramona soltó el grito más famoso de mi árbol genealógico en el mismo milímetro donde cayó desmayada.

Horas después, en el consultorio del Dr. Taboada (médico de lo familiar) se despertó Ramona con unas sales milagrosas para dar su particular testimonio: sucede que por un efecto óptico (algo de la luz del amanecer y algo de astigmatismo con miopía), aunado al hecho de que los únicos animales conocidos por mi tía abuela eran bovinos, caballos, perros y no pocos gatitos falderos… el caso es que Ramona jamás había visto un elefante y declaró que se le fue el Santo al Cielo en el momento en que —sin distinguir polos— creyó que el mastodonte se metía una calabaza entera y de buen tamaño en salvasealaparte, porque confundió la trompa con la cola del paquidermo. “¡Se empacó el tubérculo en el istafiate!”, clamaba Ramona y dicen que agregó: “… y ni modo de que lo masticara con las nalgas”.

En el diario manuscrito con letra Palma de un entrañable tío de Silao consta que ese mismo día presentaron a mi tía abuela con Rocco, el elefante estrella del Gran Circo Estrella y sobra añadir que le dedicaron a Ramona la semana entera de actuaciones abarrotadas bajo la mágica carpa que hoy mismo —al cumplirse un siglo y una década del hecho— sirve de preciosa metáfora para la música del enrevesado mundo en el que vivimos. Una bizarra realidad en donde parece cegarnos la engañosa farolería de todas las mañaneras mentiras, repobladas por un circo ambulante de payasos y saltimbanquis, trapecistas y tragafuegos que le pintan rayas a los burros pa’ que parezcan cebras y a menudo desayunan calabazas y gazapos por ambas vías. 

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Jorge F. Hernández
  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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