Al parecer, se confirma que a nadie le gusta que le lean la cartilla o que se sugiera que la leas. Todo esfuerzo a favor de la lectura me parece encomiable y el reciente lanzamiento de miles de ejemplares de una nueva edición de Cartilla moral de Alfonso Reyes no merece enfangarse en necias diatribas o descalificaciones huecas por voces en las llamadas redes que, al parecer, ni la han leído. Quizá sea conveniente recordar que Alfonso Reyes nació en 1889 y murió en 1959, entre libros de toda una vida que suma 30 gruesos tomos en el catálogo del Fondo de Cultura Económica y una ejemplar trayectoria como poeta, cuentista, ensayista, diplomático y promotor cultural, cuya obra consigue en quien lo lea una instantánea deuda de gratitud por cualesquiera de sus páginas. Tan solo por el placer de leerlo.
Reyes fue fundador y hálito conductor del Fondo de Cultura Económica, junto con Daniel Cosío Villegas y, al parecer, un ánimo o hálito que los guiaba sigue vigente: la siempre urgente necesidad de apuntalar la conciencia, alfabetos y demás bártulos intelectuales que se combinan con los gajes de los oficios, el trajín de todas las labores y los cajones de cada sastre para construir una ciudadanía más plena, libre, pensante… y sí, fortalecer eso que se llama Alma de México o espíritu de todos nosotros. Parece de risa que ahora en la era de Trump haya dudas en torno al uso de la palabra alma o el concepto de cualquier nube espiritual, sin que sea malinterpretado instantáneamente como dogma religioso, axioma imbatible o sentencia de altar.
Cartilla moral fue escrita por Reyes en 1944 y su propósito inicial fue apoyar el fervor alfabetizador de la Revolución Mexicana, ya Institucional, y se trata de un opúsculo dirigido a todo aquél que acaba de recibir el don de las letras: desde niños de parvulario hasta adultos ya obreros o bien oficinistas jubilados. Se trata de una guía laica que respeta todas las formas de creencia religiosa y que intenta cuadricular de manera
pedagógica nociones básicas de antropología, sociología, política y civismo, en tinta de Reyes el liberal, preocupado por la urbanidad que quizá podría aliviar todas las disonancias del concierto ciudadano en esta sociedad variopinta, maravillosa, mágica, surreal e impredecible que es, ha sido y seguirá siendo: México.
En un ayer feliz me tocó cuidar la edición de Cartilla moral para una nueva lectura en el catálogo del Fondo de Cultura Económica y se decidió acompañar sus páginas con el ensayo “Mi idea de la Historia” y el luminoso discernimiento que hiciera el polígrafo Reyes entre “Lo mexicano y lo universal”. Los textos no han perdido un ápice de actualidad, necesidad, ni mucho menos la transpiración sabrosa de esa prosa ejemplar y entrañable. Ahora se sabe que la nueva edición de Cartilla moral se basa en la edición que realizara mi maestro José Luis Martínez y se dirige sobre todo a las nuevas generaciones que quizá ni recuerden que Alfonso Reyes es más que una calle en la Condesa.
Reyes fue un erudito sin pedanterías, bibliófilo y bibliómano generoso, pensador incansable, mexicano hasta las barbas y universal en la toga imaginaria con la que deambula aún en el paisaje de los mejores pensamientos, ideas o imaginaciones de México y los mexicanos que no merecen confundirse por los exabruptos de esos pocos dementes o descarriados que han recibido la noticia de la nueva edición con declaraciones fanáticas de abierto rechazo; lo dicho, quien alardea de quemar libros, luego pasa a querer incendiar vidas humanas.
Toda oportunidad para leer en el trayecto diario de las estaciones del Metro, en las largas horas de las filas gasolineras, en el breve espacio mientras él o ella se maquillan para salir al fandango o mientras se carga la pantalla del telefonito debe ser aprovechada para bien de la conversación e incluso el debate, pero sobre todo para escuchar en silencio la sabia prosa de Alfonso Reyes que tanto desenreda y mucho allana la idea general de un México mejor.
Que te lean la Cartilla
- Agua de azar
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Jorge F. Hernández
Ciudad de México /