
Los primeros pobladores terrícolas de Marte podrían estar estrenando sus casas, en alguna colina de aquel planeta rojizo, en el año 2029. La fecha, calculada por los empresarios que ya colonizan el espacio exterior, ha obligado a agoreros, biólogos y astrofísicos a señalar algunos cabos sueltos. Por ejemplo, se ignora si los colonos podrían reproducirse, un detalle crucial para consolidar la colonia.
A las complicaciones del embarazo en un entorno sin fuerza de gravedad suficiente, se añaden las del apareamiento pues, si la embestida es muy brusca, se corre el riesgo de poner a la pareja en órbita.
Se sabe por los inquilinos de la estación espacial MIR que el aroma dominante en el espacio exterior es una combinación de olor corporal, basura y metal candente. Se sabe que los pobladores de Marte tendrán que vivir permanentemente encerrados en sus habitáculos, con sus computadoras, sus alimentos en polvo y sus huertitos, para protegerse de la alta radiación y de las inenarrables tormentas de polvo tóxico. También se sabe, por aquello del huertito, que mandar una sola manzana a Marte cuesta 300 dólares y que la comunicación con la Tierra lleva su tiempo: una serie de palabras, una frase tan cotidiana como “Cesarín, ¿cómo te fue en tu examen de matemáticas?”, tarda tres minutos en llegar y la respuesta del Cesarín tardará otros tres minutos en hacer el viaje de vuelta.
Los heróicos pobladores de aquel emblemático planeta ya se entrenan en el desierto de Utah, en un complejo, que parece un plató de película del espacio, conocido como MDRS (Mars Desert Research Station).
Otro detalle vertiginoso es la duración del viaje redondo Marte-Tierra-Marte: en el caso de que haya que asistir a una boda o a recibir el premio del colono del año, el viajero tendrá que buscar un hueco de veinticuatro meses en su agenda, más las semanas que decida permanecer en su terruño. Y todo esto sin contar con el agravio que sufrirá nuestra iconografía sentimental porque, a partir del año 2029, un marciano será un astronauta gordo de Texas y no esa enigmática criatura verde con antenas que nos ha acompañado toda la vida.