Así como hay asesinos solitarios, que no necesitan un grupo para sacar adelante su quehacer, hay religiosos que prescinden de la institución y de la feligresía porque, ante Dios, ellos mismos se bastan.
En la República Checa, por ejemplo, estaba la iglesia, de un solo miembro pero muy activa, que se llamaba, sin ningún pudor, Universe People, La gente del universo, fundada en 1990. El culto se basaba en la comunicación telepática con entidades extraterrestres. Bien mirado, Dios sería una entidad extraterrestre. En 1930 el culto I Am, Yo soy, comenzó en Chicago con una parroquia de dos, constituida por el matrimonio Ballard, que tenía la ventaja, sobre la iglesia Universe People, de que uno podía hacerla de cura y la otra de monaguillo.
El Dios personalizado queda muy bien en esta época nuestra de rampante individualismo, y no sería difícil que un día de estos se asome a TikTok, pero la verdad es que la pulsión es muy antigua; los chamanes desarrollan un culto, con sus prácticas específicas y su propia mitología, alrededor de su persona, y lo mismo hacen los brujos ojibwa, que desarrollan un sistema religioso personal.
Mis religiones de autor predilectas las cuenta Anton Chéjov en Un asesinato, una breve historia que sucede en Progónnais, un pueblo ruso. Dos primos, desencantados del poco rigor de la Iglesia, que redunda en la frivolidad de sus ministros, fundan, cada uno, su propia iglesia en su cuarto, pero no inventando un culto sino exacerbando el que ya existe. Uno de ellos “dice” en su casa la misa, los maitines y las vísperas, y su hermana le sirve de sacristán. Él empieza el Oremus y ella sigue con una voz muy fina, como una pava: “¡Señor, ten piedad de nosotros!”
Insatisfecho con el ceremonial de su primo, el otro le paga a una mujer sorda para que ejerza de sacristán y monta, también en su cuarto, un oratorio que se atiene a las reglas del Monte Athos: “Cada día los maitines empezaban a la medianoche, y en las fiestas más solemnes, la misa duraba diez y hasta doce horas (….) leía y cantaba durante largo rato, con lágrimas en los ojos y suspirando, alzando los brazos”.