Lo de hoy es el triunfo, la gloria, el éxito total, y quien no alcanza ese estatus, que ha sido siempre la excepción, es visto como un perdedor. En el siglo XXI la medianía ha sido erradicada, a pesar de que fue uno de los fundamentos de la filosofía y de la buena vida de nuestra especie en un tiempo, alrededor del siglo IV antes de nuestra era, en el que las personas eran más inteligentes que nosotros. Sabíamos pensar con una concentración y una profundidad que desconocemos, y sus distracciones no eran infinitas ni tan indolentes, como las nuestras. Hoy seguimos dando vueltas sobre lo mismo que ellos ya habían pensado hace dos mil quinientos años.
“Nada en demasía”, dice el oráculo de Delfos; un comando que nos invita a valorar la mesura: lo suficiente.
Aristóteles recomendaba la “dorada medianía” (aurea mediocritas ), el justo medio: la vida equilibrada, entre el exceso y el defecto, que busca la satisfacción en la moderación: en lo suficiente.
El poeta romano Horacio escribió, en Odas , la famosa máxima carpe diem (aprovecha el día), y también desplegó generosamente el concepto del aurea mediocritas : "Quien prefiere el término medio, que vale lo que el oro, se libra, seguro, de las miserias de una casa arruinada; y se libra, sobrio, de un palacio que le valga envidias. El pino grande es el que los vientos más azotan, más dura es la caída de las torres altas, y es en la cima de los montes donde hiere el rayo”.
Aristóteles promovía la eudemonía, que es la vida buena de acuerdo con las propias capacidades y el aprovechamiento de las posibilidades que nos ofrecen las condiciones externas. La persona eudemónica aprecia lo que es suficiente para ella ya desde ahí goza de su propio florecimiento, y no sufre por la forma en que ha florecido el otro que la saluda desde la pantalla de Instagram.
Eudemonía significa, de manera literal, tener de aliado un buen demonio ( daemon ), que nos ayuda a cuidarnos “de las miserias de una casa arruinada”, del palacio que “valga envidias” y “de los montes donde hiere el rayo” .