Las circunstancias por las que pasamos hacen ver que por las diversas amenazas que nos rodean, muchos y muchas llegan a ser sensatos muy a fuerzas, obligados por la realidad que rodea.
Sabiamente nos advierte el Concilio Vaticano II, celebrado allá por 1962-1965, cuando nos dice:
“Hay quienes profesan opiniones amplias y generosas y sin embargo, viven siempre como si no se preocuparan en absoluto de las necesidades de la sociedad.
Más aún, en varios países, menosprecian las leyes y las normas sociales, no pocos, con diversos engaños y fraudes, no dudan en evitar los impuestos justos u otros deberes para con la sociedad.
Otros subestiman ciertas normas de la vida social, por ejemplo, las referentes a la higiene o las normas de circulación de vehículos, sin darse cuenta de que con tal negligencia ponen en peligro la vida propia y la vida de los otros” (GS., Núm 30).
Noticias falsas alimentan mucha información actual sobre el virus, sobre las supuestas malas intenciones del actual gobierno, sobre los misteriosos operadores del CODVID-19 etc.
En la confusión actual, cualquier entrevista que hace un periodista inexperto, eleva a su entrevistado una alta categoría intelectual de perito en la materia, la suficiente para que el teleauditorio le ofrezca máxima credibilidad.
Pareciera que no, pero en estos enredos mentales a los que nos ha sometido la pandemia actual, de verdad que vivimos azorados, escuchando con atención la sandez interpretativa que nos da el vecino, de la realidad.
Hay noticias falsas en abundancia como el pasto. En estos días se está hablando mucho de las manufacturas falsas para evadir impuestos.
De que ya lo sabíamos no hay duda, pero poco se pensaba en lo que afectaban esas evasiones al bien común de todos, como es el pago de la educación, la apertura de nuevas universidades, la atención a las necesidades elementales de los pobres, Los que normalmente eran atendidos por el estilo de régimen anterior, ahora no les cae bien, el nuevo régimen, que de paso no deja de tener sus errores, pero éstos no quitan los aciertos que ya acciona.
Cuando nos dicen que ya mero va a terminar la presente epidemia, casi en el mismo tono y en la misma intensidad oímos a quienes nos dicen que esto va para largo, e incluso que ya llegó para quedarse.
Con estas afirmaciones tan contrastantes, unos adoptan la actitud de a nada hacerle caso, a otros les vale gorro todo, y entonces viene la pregunta, ¿cuál es la esperanza?
