La desinformación y la mala información son el riesgo global más grave previsto para los próximos dos años, y el quinto más impactante que la próxima década enfrentarán los 3 mil millones de personas que participarán en elecciones de países como México, EU, India, Reino Unido e Indonesia.
En su más reciente encuesta de percepción de riesgos globales para 2024 el Foro Económico Mundial apunta que en las elecciones la mala información y la desinformación podrían desestabilizar la legitimidad real y percibida de los gobiernos electos, con el riesgo de violencia, terrorismo, disturbios políticos y a largo plazo un desgaste del proceso democrático.
The Global Risks 2024. Report 2024 evalúa la gravedad de varios riesgos en una escala Likert 1 a 7 en la que asignó a la desinformación 4.7, lo que refleja su impacto significativo y creciente.
Los dos fenómenos no son recientes, sin embargo, los frágiles controles políticos y el crecimiento de las herramientas que controlan y difunden información podrían elevar la eficacia de la desinformación en los próximos dos años.
Y hace una advertencia: la libertad en Internet, la reducción de las libertades de prensa y la falta de medios de investigación sólidos, así como el acceso a un conjunto más amplio de información van en declive.
Van ejemplos de países con elecciones: en enero de 2023 Twitter y YouTube retiraron en la India enlaces a un documental de la BBC; en México la sociedad se dice preocupada por el enfoque del gobierno ante las noticias falsas y sus implicaciones para la libertad y la seguridad de la prensa.
El panorama será desolador en México si los medios no diseñan estrategias para evitar la desinformación y la mala información, pero hay otro actor: la gente, los ciudadanos deberán ser más exigentes para que los medios se apeguen a principios éticos y honestos en la práctica periodística.
Al margen
Drilled y DeSmog, especializados en investigación sobre el clima, publicaron un informe en el que analiza siete marcas fiables de noticias: Bloomberg, The Economist, The Financial Times, The New York Times, Político, Reuters y The Washington Post. Aseguran que a medida que aumentan las debilidades de los medios la industria de los combustibles fósiles ha colocado en ellos publicidad en podcasts y newsletter con narrativas que los presentan como respetuosos con el ambiente. De otra forma: les paga para montarse en su credibilidad y, al mismo tiempo, socava esa credibilidad.