Que el futuro siempre será mejor que el presente es una idea relativamente nueva.
La idea que el tiempo es una línea recta donde la humanidad y las personas podemos avanzar y procurarnos un mejor futuro tiene sus raíces en la Ilustración.
Cuando las luces del conocimiento y de la razón hacen creer a los hombres que son capaces de vencer las sombras de la superstición y de la ignorancia.
Después llegaría la Revolución Industrial para demostrarnos que el progreso material es posible y que la humanidad podía, siempre en el futuro, erradicar la guerra, el hambre y la enfermedad.
La idea de un futuro mejor es sólo eso.
Una idea, una creencia, un acto de esperanza y un artículo de fe que siempre es preferible tener a no tener.
¿Qué pasaría si en nuestro imaginario colectivo no estuviera arraigada la creencia de que el futuro será mejor que el presente?
No existirían los Bancos. Nadie ahorraría para el futuro y tampoco nadie prestaría porque sería impagable el futuro peor que el presente.
No existirían las ligas deportivas, ni los aficionados, ni el negocio de las apuestas. Si tu equipo no es campeón en el presente. ¿Qué te lleva a pensar que será campeón en el futuro?
No habría instituciones basadas en las relaciones de pareja o de familia.
La creencia de un futuro mejor es lo que lleva a la gente a casarse y formar familias.
Mucho de lo que nos hace humanos y diferentes a los pájaros o a los perros es que no vivimos únicamente en el presente y no reaccionamos sólo instintivamente.
Los humanos invertimos y apostamos por el futuro. Los animales no.
Construimos instituciones para un futuro que jamás veremos.
Creemos que existe un futuro mejor y que podemos ser responsables de nuestro destino.
Esta es una idea imprescindible para la humanidad.
Pero es eso. Únicamente una idea.