Gil caminaba sobre la duela de cedro blanco rumbo a sus libreros. Gamés sabe desde hace años que la poesía es un antídoto contra la vulgaridad del mundo. En ésas estaba cuando vio este libro de Antonio Gamoneda: Esta luz. Poesía reunida (1947-2004). Gilga abrió la puerta del libro y encontró marcas en tinta azul señalando varios poemas.
***
TE BEBERÉ el cabello
y cerraré los ojos.
Tú seguirás manando
tu cabello
turbio de besos.
***
AQUÍ hubo un amor, hubo una impura
floración de la sangre enamorada,
pero la sangre más desesperada
no tiene un fuego en que incendiar
tu hondura.
Como un ángel te vas; como la oscura
juventud del dolor; como una espada
de amargura y de viento, derrotada
por el hierro y la sed de la ternura.
En ti acaba la noche, en tu ribera,
el agua amante y la pasión mordida,
y, en tu boca, mi boca verdadera.
Únicamente porque muere, canta
mi palabra desnuda y retorcida:
hacía ti, como un puño, se levanta.
***
ES UN hombre. Va solo por el campo.
Oye su corazón, cómo golpea,
y, de pronto, el hombre se detiene
y se pone a llorar sobre la tierra.
Juventud del dolor. Crece la savia
verde y amarga de la primavera.
Hacia el ocaso va. Un pájaro triste
canta entre las ramas negras.
Ya el hombre apenas llora. Se pregunta
por el sabor a muerto de su lengua.
***
Cuando no sabía
aún que yo vivía en unas manos,
ellas pasaban sobre mi rostro y mi corazón.
Yo sentía que la noche era dulce
Como una leche silenciosa. Y grande
Mucho más grande que mi vida.
Madre:
eran tus manos y la noche juntas.
Por eso aquella oscuridad me amaba.
No lo recuerdo pero está conmigo.
Donde yo existo más, en lo olvidado,
están las manos y la noche.
A veces,
cuando mi cabeza cuelga sobre la tierra
y ya no puedo más y está vacío
el mundo, alguna vez sube el olvido
aún al corazón.
Y me arrodillo
a respirar sobre tus manos.
Bajo
y tú escondes mi rostro, y soy pequeño,
y tus manos son grandes, y la noche
viene otra vez, viene otra vez.
Descanso
de ser hombre, descanso de ser hombre.
***
Cuando yo caigo sobre sobre una silla
y mi cabeza roza la muerte;
cuando cojo con mis manos la tiniebla
de las cazuelas, o cuando contemplo
los documentos representativos
de la tristeza, es
la amistad quien me sostiene.
***
Don Quijote
El Caballero de la Eterna Juventud
obedeció, hacia la cincuentena,
a la verdad que latía en su corazón.
Partió una bella mañana de julio
para conquistar lo bello, lo verdadero y lo justo.
Delante de él estaba el mundo
con sus gigantes abyectos,
y bajo él estaba Rocinante,
triste y heroico.
Yo sé
que una vez que se cae en esta pasión
y que se tiene un corazón de
un peso respetable,
no hay nada que hacer, Don Quijote,
nada que hacer:
hay que embestir a los molinos de viento.
Tú tienes razón:
Dulcinea es la mujer más bella del mundo.
Cierto que habría que gritar esto mismo
en el rostro de los grandes mercaderes;
cierto que ellos se pondrían sobre ti
y te molerían a golpes.
Pero tú eres el invencible
Caballero de la Sed.
Tú continuarás viviendo como una llama
en tu áspera armadura de hierro
y Dulcinea será cada día más hermosa.
***
Si la mitad de mi corazón está aquí, doctor,
la otra mitad está en China,
en el ejército que desciende hacia el Río Amarillo;
y, luego, todas las mañanas, doctor,
todas las mañanas, al alba,
mi corazón es fusilado en Grecia.
Y después, cuando los prisioneros caen en el sueño,
cuando los últimos pasos se alejan de la
enfermería,
mi corazón se va, doctor,
hasta una vieja casa de madera
en Estambul.
Además, hace diez años, doctor,
que yo no tengo nada en las manos para ofrecer a mi pueblo;
únicamente una manzana
roja.
Es a causa de todo esto, doctor,
y no a causa de la arterioesclerosis,
de la nicotina y de la prisión,
por lo que yo tengo esta angina de pecho.
Yo miro la noche a través de los barrotes
y, a pesar de todos los muros que pesan sobre mi corazón,
su latido responde al de la estrella
más lejana.
***
Como todos los viernes, Gil toma la copa con amigos verdaderos, Mientras el mesero se acerca con la bandeja del Grey Goose, Gamés pondrá a circular la frase de Gottfried Benn por el mantel tan blanco: “El poema ya está terminado; sólo que el poeta aún no conoce el texto”.
Gil s’en va