Política

Diana Laura, efímera y permanente

Luis Donaldo Colosio y su esposa en un evento. FOTOTECA MILENIO
Luis Donaldo Colosio y su esposa en un evento. FOTOTECA MILENIO


“La mayoría de los problemas no son entre el bien y el mal, sino entre dos maneras de entender el bien…”

Barack Obama


Los pueblos miden su historia en siglos, los humanos en años, hay años en los que no pasa nada y hay días en los que pasa de todo.

1994 fue un año convulso para México; iniciaba el primer día de enero el cuestionado —hoy exitoso— Tratado de Libre Comercio; ese mismo día se dio el levantamiento zapatista en Chiapas, que le declaró la guerra al Estado mexicano; el 23 de marzo fue asesinado en Tijuana Luis Donaldo Colosio; en septiembre mataron a José Francisco Ruiz Massieu, y a finales de ese año se dio una tremenda crisis financiera que propició una gran devaluación del peso mexicano.

Después de una penosa enfermedad, Diana Laura Riojas de Colosio murió en Ciudad de México el 18 de noviembre de 1994, sobrevivió así, durante ocho meses, al cruel asesinato de su marido.

La adversidad llegó temprano a su vida y nunca la abandonó. Nacida en Coahuila, creció en Monterrey. Siendo una niña fue testigo de la súbita muerte de su padre, y en su temprana juventud, de la muerte del marido de su hermana mayor, decidió entonces cambiar la dirección de su propia vida, se trasladó a vivir a Ciudad de México para continuar la iniciada carrera de Economía. Allí conoció a un catedrático recién llegado de Austria, donde había hecho el doctorado en Desarrollo Regional: Luis Donaldo Colosio. Se casaron al término de su carrera. Esta circunstancia la obligó a elegir entre una prometedora carrera pública o dedicarse a la formación de una familia apoyando a su marido en la política como socia y no como protagonista.

La memoria es selectiva. Resulta fácil creer en mitos, en seres superiores que nos indican el camino. Resulta arduo aceptar las limitaciones humanas para superarlas, hay personas que respiran luz, que irradian magnetismo por su conducta, convicciones y acciones, eso es lo relevante de la conducta humana, ese es el mérito de comprender las razones de los otros. Diana Laura, en sus 36 años de vida, dejó huella con su altitud y humildad simultáneas.

La candidatura por la presidencia a favor de su marido detonó las esperanzas e intenciones para trabajar por el bien de México, pero la súbita violencia, a tres meses de iniciada la campaña, que dio como resultado la muerte de Luis Donaldo, con solo 44 años, hizo que el dolor emocional, sumado al dolor físico fuera insuperable. Profundamente creyente, creía en no quedarse cruzada de brazos en espera de designios mayores, sino en hacer hasta lo imposible antes de rendirse, exigente al máximo consigo misma y con sus colaboradores, ponía siempre el ejemplo con disciplina, inteligencia, eficiencia y responsabilidad, pero la crueldad de lo sucedido la rebasó.

Fue, sin embargo, ejemplo de templanza y de entereza, el dolor había galvanizado su actitud, fue en su discurso en Magdalena en el sepelio de Luis Donaldo cuando dijo: “Las balas del rencor, del odio y de la cobardía, interrumpieron su vida, dieron fin abrupto a su existencia, pero no a las ideas por las que luchó…”.

El aprendizaje de Luis Donaldo en Austria fue anterior a conocerse y estuvo siempre rodeado de ilusión y magnetismo, por esa razón, cuando la Academia de Austria la invitó a la instalación de la cátedra con el nombre de Colosio, aceptó de inmediato con la única condición de que fuera en verano para hacerse acompañar por su hijo, deseaba recrear con él los sitios, plazas, cafés, teatros que conocía por los relatos de su padre. La visita en julio, se vio ampliada por la confirmación de una audiencia privada con el Papa Juan Pablo II en su residencia de verano. Al enterarse el papa que Luis Donaldo no había hecho aún la primera comunión, preguntó si deseaba hacerla en la misa, ante la afirmativa inmediata, pidió un misal en español y se lo entregó como recuerdo de este hecho. Completaron la gira sendas reuniones en Madrid, en La Zarzuela y La Moncloa con los Reyes Juan Carlos I y Sofía, y el presidente Felipe González, deseaba ardientemente dejarle a su hijo la mayor cantidad de vivencias familiares posibles.

A su regreso fue internada en el hospital de emergencia, los pocos más de tres meses allí, los dedicó a decidir el futuro que deseaba para sus hijos, pidió una máquina de escribir IBM (eléctrica, de “esfera”) para dejar por escrito, lo más detallado posible, las vidas de Luis Donaldo y Mariana, en Monterrey, por supuesto, porque deseaba una “vida normal pegada a la tierra y a la realidad”. “No se suponía que fuera así”, repetía a su alrededor, yo tendría que haberme ido antes y no Luis Donaldo. A los agresores de su marido les dedicó la frase de Jorge Luis Borges: “Mi venganza será mi olvido y mi perdón”.

El verso de Rosario Castellanos queda a la medida de Diana Laura, “recuerda, recordemos, es nuestra manera de ayudar a que amanezca, recuerda, recordemos, hasta que la justicia se siente entre nosotros…”.


*Amigo y colaborador cercano de Diana Laura Riojas


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