En un vistazo a un cuaderno de Carlos Fuentes, publicado en el libro “Retrato de CF” en 1995, aparece en la lista de sus obras por publicar —y en las que posiblemente ya estaba trabajando o tenía delineado el mapa narrativo— la novela “El sillón del águila”.
La novela pertenece al inciso 10 a su vez titulado “El tiempo político”.
Integran la sección, además, “La cabeza de la hidra” (1978) y “El camino de Texas” (que no llegó a escribir o publicar).
“El sillón del águila” aparecería en 2002 con el título modificado “La Silla del Águila”. Es una novela epistolar y, claro, política.
Sin saber que Fuentes la había colocado junto a su novela de 1978, sentí en ocasiones que me transportaba efectivamente a las páginas de “La cabeza de la hidra”, donde narra el teje y maneje del poder en México.
La peculiaridad es que Fuentes no sólo construye una metafísica del poder, sino que además de explicarnos históricamente el por qué de la tranza, el abuso y la corrupción, nos hace caminar por los pasillos de los edificios gubernamentales como un mero funcionario, y nos sentamos en las salas de juntas de los políticos de élite, y convivimos con los pensamientos más rascuaches de los políticos en batalla.
Entonces, al ir leyendo “La Silla del Águila” doy por supuesto que Fuentes puso allí gran parte de su aprendizaje como un intelectual que estuvo cerca del poder y, en ocasiones, a su servicio.
Supongo que nadie mejor que él para contarnos la manera en que funciona esa gran novela de nuestra historia política del presente a la cual no le encontramos ni pies ni hidra.
Esta semana pasada, por ejemplo, la fiscalía mexicana acusó al expresidente Enrique Peña Nieto de cohecho, traición a la patria y delito electoral.
La verdad, era un sentir popular que Peña Nieto era culpable de estos delitos (y de otros más).
No obstante, por falta de tener los pelos en la mano —porque el pueblo no es realmente juez en México—, la acusación equivalía al viento, que a Juárez ya saben lo que le hizo.
Nino Canún, en un video colgado en la red, dice que esta acusación de la fiscalía cumple con la función de darle un pitazo a Peña Nieto, quien aparentemente está muy feliz y tranquilo por su romance —y quizá próximo matrimonio— con la modelo Tania Ruiz.
Nino pregunta, además, por qué se le acusa solamente a Peña, pues él, aunque era el presidente, no era en realidad el jefe. The real chief era Luis Videgaray, el secretario de hacienda. Peña sólo recibía órdenes. ¿Dónde está la acusación a Videgaray?
Y cabe preguntarnos, ¿era este sombrío personaje el verdadero jefe? Si Videgaray estaba detrás de Peña, ¿quién detrás de Videgaray?
Cito a Nino no porque sea una figura prestigiada en los medios de comunicación.
Lo cito porque es otro personaje cercano al poder (aunque menor) que intenta dar hilo en este laberinto sin sentido que es nuestro mundo político.
¿Qué nos dice Fuentes en “La Silla del Águila” para orientarnos en la confusión? Veamos.