Cultura

Una luz que alumbra nuestra era

  • 30-30
  • Una luz que alumbra nuestra era
  • Fernando Fabio Sánchez

Nos acercamos al fin del año, y para cerrar esta serie sobre la mitología lunar, presento dos breves relatos sobre Ixchel, conservados en la tradición oral y en la memoria colectiva, recreados libremente.

Cuenta una leyenda yucateca que Ixchel tomó un conejo blanco como fiel compañero.

Con el tiempo, llegó una crisis. El hambre se impuso y empezó a expandirse por la tierra y los cielos.

Ixchel enflacó tanto que su cuerpo era casi una costilla.

Al ver tal sufrimiento, el conejo se ofreció a sí mismo como alimento para salvar a la diosa.

Conmovida por el acto de amor y lealtad, Ixchel decidió que el conejo fuera suyo para siempre.

Sin embargo, el dios del Sol —quizá insensible a las necesidades de ella— interrumpió el idilio y se la llevó al reino del luminoso día.

El conejo quedó desolado sin su diosa. Pero, determinado a reunirse con ella pese a todo, la buscó por selva y mar.

Cansado por largas travesías, supo al fin que no podía encontrarla, pues no podía llegar hasta el resplandeciente sol.

Los dioses, conmovidos por los trabajos y el corazón roto del pequeño blanco, decidieron elevar el conejo al cielo, y lo fundieron con el cuerpo de la Luna, que alguna vez había alimentado con la carne de su ser.

Así el conejo pudo reunirse con su amada, como lo había hecho en los abrazos, el recuerdo y la añoranza.

Cada noche de luna llena, los dos se aman sin que nadie pueda —otra vez— separarlos.

Otra antigua leyenda maya cuenta que, en algún momento, por hambre, desamor o alguna otra catástrofe, murió Ixchel. Al instante, el mundo quedó privado de su luz nocturna.

La oscuridad invadió la selva.

Pero las libélulas, las luciérnagas y las mariposas —entre otros insectos que cantaban y brillaban— se agruparon como nubes y esquirlas de una fogata que buscaba transferir al cielo la vida animal.

Se posaron sobre el cuerpo de la diosa.

Y cantaron, emitiendo su diminuta luz, por 183 noches —medio año—. Al término, Ixchel resucitó.

Entonces, regresó al firmamento, nuevamente iluminada con la luz zumbante de miles de insectos amorosos.

Estas dos leyendas revelan dimensiones profundas de lo femenino y su autonomía vital.

Asimismo, nos muestran que el pasado mítico no solo está escrito en los libros o en los códices, sino en los pueblos que miran con imaginación abierta a los astros.

Hemos recorrido la mitología de la Luna: desde su formación con el impacto de Theia, Selene y su amor eterno por Endimión, el desmembramiento de Coyolxauhqui y su ascenso en la Ciudad de México, e Ixchel y sus peregrinaciones, edades y leyendas.

Es evidente que nuestra sociedad está entrando en una época lunar, tal como lo sugiere el ascenso de Coyolxauhqui y la proliferación viva de mitos sobre Ixchel.

Yo veo esta energía femenina reflejada en la serie de tatuajes sobre la piel de las mujeres contemporáneas —mariposas, libélulas, listones, quizá un conejo u otro animal, como en las dos leyendas que leímos hoy.

Es una luz que busca alumbrar la ley, los hábitos sociales y la justicia. Feliz y luminoso Año Nuevo.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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