Falsos, inseguros, imprecisos, vagos, titubeantes… Estos son, entre más, los sinónimos del término incierto. Vocablos que bien pueden describir los estados de ánimo de la llamada oposición por las voces casi histéricas de sus dirigentes. Ahí están otra vez, en los medios, en las redes, en cartas públicas, traspasados por sus discursos confusos y frases grotescas.
Ya no dicen nada cuando hablan. Se repiten, se uniforman al lugar común, al llamado vacuo. Es la falsedad. La incongruencia. El balbuceo. La simulación.
Llaman negociación política a una burda maniobra de inacción, sin ruta, sin ánimo deliberativo ni menos aún de compromiso o palabra empeñada, acaso les ha servido de queja lacrimógena. Nada más.
Lo dicho. Ahí están de nuevo. Tómese, por ejemplo, las siguientes al fastuosamente anunciado “informe” del Presidente para encarar el covid-19. Sí, el de aquella viñeta del mandatario en solitario y en amplio templete a mitad del patio central del Palacio Nacional.
Y atiéndase las respuestas de sus opositores. Sus frases. Véase a don Marko Cortés, el líder del PAN, reaccionando en un video por la internet: “Hoy, el Presidente en realidad nos da la espalda”. Y leamos el lamento subsecuente: “No nos escuchó a nosotros como primera fuerza política de oposición”. Para después reclamarle: “siguió polarizando y enfrentando a todos los mexicanos”. O lo que es todavía más visionario: “va a heredar al país más miseria, incrementará la impunidad y la violencia”.
Atiéndase, en la acera de enfrente, al líder del PRI, a don Alejandro Moreno, en breve pero emotivo tuit: “lamentamos que aún no exista una estrategia efectiva…”.
Más desenfadado, aunque con la misma cara de circunspecto, consúltese al coordinador de los priistas en el Senado, don Miguel Ángel Osorio Chong: “nos hubiera mucho gustado escuchar una propuesta emergente”. Sí, tal cual: “nos hubiera mucho gustado”. Y dicho dos veces en un video casero hasta nos parece muletilla.
Otro botón más. El senador Dante Delgado que, amplio de miras, amonesta: “aún es tiempo de que adviertas que llevas al país al precipicio”. Es la carta pública que le escribe al Presidente y que en franco tuteo lo anima: “te convoco a que desempeñes el cargo con visión de grandeza.”
Lo mismo vinieron más voces, histerias propias de gobernadores y de más raleas llamadas opositoras. Al sumarlas, se detecta un mensaje central: implorarle al Ejecutivo un pacto como el mejor de los remedios. Un pacto que, por momentos, ni se lo creen ni lo trabajan.
Al que suscribe le parece que sus ensordecedores llamados solo les sirven para perpetrar precisamente aquello que, dicen, quieren destruir. Nuestro ancestral Tlatoani. El consuelo de todos, el mal de los mismos.
Y, claro… el Presidente, en medio de todos, como un Dios (esto último creo que ni lo duda. El pasado martes en su conferencia mañanera y ya en Semana Mayor, hasta nos leyó un tuit del otro representante de Dios en la Tierra, el llamado papa Francisco).
No sería mejor —se sugiere— que se organicen, avancen, caminen. Sean, pues, opositores que se opongan.
A ver si cuando pase la contingencia se deciden a salir a la calle, tocarla, sentirla. Empezar a conocer un poco de esta realidad, de sus habitantes. Y a ver si se deciden de una vez por todas a trabajar, a rescatar la política, salvaguardar la palabra. Eso. Sobre todo: a respetar las palabras. Su palabra. La acción.
En tanto, bájenle dos rayitas a sus esperpentos. Con los del Presidente y su séquito hay de sobra.
@fdelcollado