Continuamos la escucha de la obra de este esencial grupo que gusta de la metamorfosis bajo la batuta de Robert Fripp (Dorset, Inglaterra, 1946), único miembro constante a lo largo del tiempo y que también se daba tiempo para involucrarse en otros proyectos. Tras la finalización de la primera etapa de la banda, grabó No Pussyfooting (1972) y Evening Star (1974) en complicidad con el patriarca Brian Eno, desplegando una vena ambiental y avant garde a partir de sus famosos Frippertronics, una especie de combinación de loops y rasgueos de la guitarr que generan una nutritiva atmósfera sonora.
De la lengua de alondra al rojo vivo
Para la primera reencarnación, ahora con un mayor espíritu experimentador, se integró el violín de David Cross, enloquecido y melódico a la vez; la fuerza vocal de John Wetton, también acometiendo el bajo, y la implacable batería de Bill Bruford, bien condimentada con las percusiones de Jamie Muir. La primera mitad de los setenta vio el mayor crecimiento del rock progresivo y King Crimson seguía siendo una especie de epicentro de aprendizaje y trascendencia, en particular por la capacidad para ensanchar fronteras y revisitar nuevos terrenos. Fueron tres los discos en estudio que esta alineación produjo.
Dejando las tesituras jazzísticas como para buscar nueva identidad, iniciaron con el potente y enigmático, desde el título mismo, Lark’s Tongues in Aspic (1973), tejido a punta de guitarrazo invasivo y creciente justo cuando se va reconstruyendo poco a poco el ambiente, vía rítmica laboriosa con unas cuerdas sobrevolando en estado de angustia contenida por momentos desparramada en hermosas melodías con sentida vocalización, expresando con justeza la intención de los textos de Richard Palmer-James, colaborador del grupo y también fundador de Supertramp, ni más ni menos.
En la misma línea aunque con una perspectiva incremental en la intensidad de los ataques guitarreros, Starless and Bible Black (1974) dibuja en efecto un cielo oscuro, penetrante y aparentemente vacío, como sacado de la imaginación de Rembrandt (The Night Watch) en la que es imposible poderse orientar. Sin la presencia de Muir y con la colaboración de Palmer-James, el disco arranca con fiero dinamismo que convive con ámbitos de cierta pausa, pronto cediendo terreno a imprevisibles instrumentaciones que parecen mutar por designios inescrutables.
El tercer álbum de esta etapa fue el notable Red (1974), con Cross saliéndose a media grabación pero dejando su impronta, mientras Fripp acomodaba las piezas en plena colusión disonante integrando a viejos amigos en los metales, para consolidar el estilo generado por sus predecesores y darle cuerpo a los diferentes cortes. USA (1975), presenta al grupo en vivo y Young Person’s Guide to King Crimson (1976) retoma algunas rarezas, sencillos y algunas tomas alternativas sí para jóvenes pero siempre y cuando sean fanáticos.
La disciplina perfecta del par de tres
Después de bajar la cortina Crimson durante algún tiempo, Fripp colaboró con David Bowie, Peter Gabriel y Daryl Hall, además de grabar con el apoyo de varios artistas Exposure (1979), su primer álbum solista, seguido por God Save the Queen/Under Heavy Manners (1980), álbum integrado por una muestra de sus frippertronics con la colaboración de David Byrne. Bien empapado por diversas vertientes musicales y con nuevas ideas entre manos y cuerdas, decidió convocar al guitarrista y vocalista Adrian Belew, al gigante del bajo Toni Levin y de nuevo al baterista Bill Bruford, tras su paso por Yes, para darle vida al rey carmesí por tercera vez. Si bien los tres discos valen la pena, la tendencia fue de más a menos.
Edward Macan (1997) planteó que a principios de los años ochenta surgió un movimiento conocido como post progresivo, inaugurado justamente por el intrépido Discipline (1981), álbum en el que se incorporan elementos minimalistas y étnicos, absorbiendo tanto otras tendencias del rock de aquellos años, sobre todo la new wave y el postpunk, como las propuestas de Pere Ubu, Talking Heads, Blondie y The Police, por mencionar algunos ejemplos. En efecto, el álbum abrió puertas y ventanas del progresivo para recibir bocanadas de sonidos frescos por completo revitalizantes, estableciendo complejos circuitos cargados de polirritmia con alcance matemático.
Conservando el nivel de tensión que juega con la flexibilidad, esta agrupación presentó Beat (1982), siguiendo los preceptos del anterior álbum con absoluta disciplina, a pesar de no estar a la misma altura. No obstante, se trata de una obra redonda que aprovechó la compenetración alcanzada por el cuarteto en su desempeño previo. El ciclo se cerró con 3 of a Perfect Pair (1984), todavía con algunas ideas preclaras entre las que se plantó la introducción de ciertos acordes funk, pero ya con la sensación de que se debía culminar la trilogía y cada quien a continuar con sus proyectos personales.
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