La situación es peor de lo que anticipaba la semana pasada en este espacio. Desde entonces, el titular del INM renunció al cargo en medio de la peor crisis migratoria que ha enfrentado México en su historia moderna. Su reemplazo promete mano dura muy en el tono del discurso con el que Donald Trump se refiere a los migrantes mexicanos. Habla de poner orden cuando las instalaciones del instituto que ahora dirige se han convertido en el epicentro de este gran desorden.
Mientras la frontera norte registra la llegada de migrantes retornados bajo Remain in Mexico, en el sur domina la confusión. Los funcionarios de la comisión encargada de implementar el acuerdo firmado con Washington quieren apretar, pero no saben cómo. Tampoco tienen con qué. Ni la Comar ni la Guardia Nacional ni el INM cuentan con los recursos necesarios. El primer resultado de esta confusión es un aumento en el número de centroamericanos que permanecen en México, mientras los espacios para atenderlos adecuadamente están rebasados.
En Tapachula, Chiapas, visité un albergue con capacidad para 250 personas en el que atienden a 700 migrantes. La mayoría mujeres y niños. La encargada del lugar, la madre Olga Sánchez, dice que en más de 20 años de trabajo en la frontera nunca había visto algo así.
En las oficinas de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados la situación también es crítica. Docenas de familias esperan, en la calle bajo el implacable sol y la lluvia para realiza un trámite migratorio que puede tomarles meses. Hay bebés durmiendo en las banquetas y menores no acompañados, sin ayuda y sin protección.
Marinos y policías federales amenazan con detener el flujo de las balsas en el Suchiate, una fuente importante de ingreso para la economía de Ciudad Hidalgo en el lado mexicano del río mientras los traficantes aprovechan para explotar las rutas bajo su control.
Las acciones de seguridad fronteriza anunciadas por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no van a sellar la frontera con Guatemala, la van a asfixiar. Tampoco van a detener el tráfico de personas, solo lo van a encarecer y a volver más peligroso. El combate a la inmigración indocumentada no puede ser un juego de “guacamole” en el que México reacciona al primer problema que se asome. En cambio, se necesita de una estrategia integral que invite a los migrantes a la formalidad en vez de empujarlos a la clandestinidad.
@Enrique_Acevedo