La de buenas que se nos ocurrió dar una vuelta a donde vive el tío Moreno con su chorreada La Prieta. Resulta que ella fue a visitar a su hija el día anterior, se le hizo tarde y se quedó a dormir allá, así que a las nueve de la mañana fuimos hasta donde las lluvias derramaron el Río Churubusco y vertido sus aguas negras en las calles aledañas.
Moreno vive a escasas cuadras del río y las aguas llegaron y cubrieron los tres escalones que utiliza para acceder al patio.
El tío Moreno es bajito y rechoncho, además de diabético e hipertenso. Muy tranquilo, eso sí. Y tranquilamente miraba la enorme laguna en que la calle se convirtió.
A grito pelón nos dijo que se encontraba bien y en cuanto bajara el nivel del agua se iría al mercado a desayunar, porque —ya se sabe—, las penas con pan son buenas.
Doña Pelos, su vecina, también miraba los estragos y a grito pelón indicaba a sus hipotéticos clientes que hoy no saldría con su puesto de dulces, porque así pues nomás no:
—Si de por sí las reumas me traen con el grito al cielo, tantito me mojo y hasta al otro mundo voy a dar, Dios no lo quiera…
—Pretextos le sobran para no bañarse, abuela. La cáscara guarda el palo —le dijo el Guapo Ben…
—A palos te voy a agarrar, desgraciado infeliz, pero ya tendrás mi edad y verás lo que es canela, te acordarás de mí cuando se burlen de tus cojeras, malentraña.
—Cálmela, abuela, o se le revienta la vesícula. Todo lo que necesita es amor y ahorita me la como a besos para bajarle lo berrinchuda…
—Nomás acércate y te reviento la cabezota de un escobazo, desgraciado. Te crees que soy tu burla. Mejor tú y la bola de vagos agarren escobas y pónganse a barrer esa agua, que al rato se puede pudrir y verás qué pestilencia. Sirvan para algo más que para rascarse los tanates, shingao…
—Ah chirriones, pus ni que fuera cosa del otro mundo. Presté la escoba, no se me vaya a ir volando, abuela.
—Tu progenitora es la que vuela, y se vuela con el primero que pasa, porque lo que es a ti no se te da eso de trabajar, güevonazo. Date un baño con agua de la cisterna para que se te quite la tiricia que te cargas, labregón…
—Mírela, mírela: luego-luego insulta, así nunca se nos va a casar: luego-luego se pone al tú por tú, si hasta acá se oye cómo le rechinan los dientes, por eso se está quedando chimuela, abuela…
—¿Casarme para parir buenos para nada como tú? Dios me libre de tan tamaña maldición, toco madera. Mejor haz lo que te digo y pónganse a barrer ese charquerío…
—Pa’ qué, si aquí están ya las nubezotas, mire nomás p’arriba. Y usted barriendo la basura de su casa pa’ la calle, cochinota abuela: la va a castigar diosito, es pecado tapar el drenaje.
—Diosito no cumple deseos de pránganas como tú, bueno para nada. Ten la escoba y acomídete, porque como bien sabes: los güevones no caben en
ningún lado…
—Preste su vehículo y deje de echar espuma por la boca, abuela. Invite los chescos y barro todo su frente: mire nomás el mugrero que tiene, hasta parece el basurero del bordo Xochiaca.
—En mi banqueta te puedo servir de comer: está más limpia que la bandeja en la que te sirven tus sopas de perro. Y toma la escoba: mucho verbo y poca acción. Ora, a darle que el día no es eterno…