Cultura

Metamorfosis de la culpa

A menudo se menciona cómo Kafka anticipó el carácter opresivo de la burocracia, la ley, el sistema. Esto es quizá más claro en El proceso y El castillo, donde Josef K. y K. se ven asediados ya por el sistema jurídico y su condena misteriosa, ya por las autoridades ubicuas que a la vez no están en ninguna parte. Así, sus vidas transcurren como al interior de jaulas de barrotes difusos pero no por ello menos sólidos. Pero, con todo, existe alguna especie de “afuera” opresor que crea la sofocante atmósfera que padecen ambos personajes.

En cambio en La metamorfosis, cuando desde el primer párrafo le es impuesta a Gregor Samsa la cárcel corporal de despertar convertido en un “monstruoso insecto”, la internaliza de inmediato con suma naturalidad (“¿Qué me ha pasado?” es lo único que piensa, seguido de “¿Qué pasaría si siguiera durmiendo un poco y me olvidara de todas estas locuras?”, para comenzar a preocuparse por su trabajo). El resto de la novela transcurre de manera igualmente natural, como se desarrollaría la vida de una familia en la cual uno de sus miembros de pronto se viera convertido en un insecto. No hay jamás ni intención de explorar si existe alguna “cura” ni de encontrar una explicación al suceso. Es sólo un dato desagradable con el que hay que lidiar de la mejor forma. Y aunque la metamorfosis de Gregor seguido se asocia con la culpa, la suya es en todo caso una culpa concreta, orientada a no molestar, y no una culpa ontológica que se pregunte por qué le fue impuesta dicha pena.

Si lo trasladáramos a categorías psicoanalíticas, podríamos decir que antes de la transformación Gregor es como el yo del hogar, racional y que trabaja para pagar la deuda que el padre ha contraído (acto inconsciente que amenaza la estabilidad familiar), y el recato de la hermana violinista aparecería como el símbolo de la norma moral o superyó. En cambio, una vez que se produce la metamorfosis, el núcleo familiar se convierte en un yo racional y severo, que toma decisiones desprovistas de emoción sobre cómo mejor lidiar con el bicho. Y Gregor se convierte por una parte en conciencia moral devenida culpa por su nueva condición (superyó), pero esto ocurre solo al nivel de su propia conciencia, que es absolutamente incomprensible para los demás, incluso cuando al principio intenta hablar. Y su monstruosa apariencia aparece como pesadilla que se arrastra con sus muchas patas, como residuo que debe permanecer encerrado y fuera de la vista de todos, y no es casual que entre mayor sea la negación familiar más se degrada Gregor en su aspecto, tanto por la manzana incrustada en la espalda que le arroja el padre, como por el polvo que lo va cubriendo al tiempo que prácticamente ya no come, como si lo reprimido se quisiera sepultar por tantas capas que finalmente produzcan su extinción.

En ese sentido, La metamorfosis prescinde del sofocante aparato burocrático/judicial e interioriza la culpa como consecuencia natural de algo sobre lo que el individuo no tiene control alguno, como sucede con el darwinismo social de la actualidad, donde no importan las condiciones reales que se enfrenten, pues la culpa de no ser un “triunfador” recae siempre sobre la persona concreta. Y la violencia inconsciente estalla de continuo cual monstruoso insecto, como recordando que por más que se quiera atomizar la culpa, si lo monstruoso son las estructuras, lo raro sería despertar todos los días siendo una persona adaptada y normal.

Eduardo Rabasa

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Eduardo Rabasa
  • Eduardo Rabasa
  • osmodiarlampio@gmail.com
  • Escritor, traductor y editor, es el director fundador de la editorial Sexto Piso, autor de la novela La suma de los ceros. Publica todos los martes su columna Intersticios.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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