Cultura

De vuelta con don Juan

Sería interesante considerar una historia de cómo se relaciona cada época con su idea de realidad. Y así como por ejemplo en la antigüedad las manifestaciones no visibles formaban parte sustancial de la idea de realidad bajo la que se movían las personas, dos milenios después pareceríamos haber desembocado en una un tanto opuesta obsesión con el realismo de lo que se entiende por realidad. De manera que la leyenda “basada en hechos reales” se añade como una especie de sello de veracidad cuando sea posible, y buena parte de la ficción y la autoficción, true crime, películas y series documentales se proponen narrar y exhibir la realidad de la manera más cruda y sin filtros posible, un poco como si la imaginación y lo no tangible se encontraran en retirada, o confinados al reino de lo abiertamente fantástico. Y eso sin mencionar el hiperrealismo virtual, donde se encuentran fácilmente imágenes y videos tan espeluznantes como se quiera, colocando lo más hardcore de la realidad planetaria literalmente a un clic de distancia.

Quizá en parte por esta sobredosis de realidad me resultó tan distinta la vuelta a ese clásico tan entrañable como es Las enseñanzas de don Juan. Y si el recuerdo de la sensación de aquella primera lectura juvenil es más el asombro ante los continentes espirituales de lo no visible sobre los que don Juan va abriendo la cortina, en esta ocasión resaltó más el escepticismo del propio Carlos Castaneda. Al que como estudiante de doctorado en Antropología le cuesta trabajo al principio, ya ni siquiera digamos creer en la realidad alterna de los mundos que don Juan procura mostrarle, sino que a menudo duda de las intenciones del propio don Juan, creyendo que se trata de una estrategia para sugestionarlo o embaucarlo. A lo que don Juan, pleno conocedor del carácter real de lo que para él y los suyos es sin duda una realidad alterna, responde con frases como:

“No pienses si lo recordaste o lo inventaste. Esos pensamientos pertenecen sólo a los hombres, no a los cuervos, y menos aún a los cuervos que viste, porque son los emisarios de tu destino. Tú ya eres un cuervo. Nunca cambiarás eso. De ahora en adelante, los cuervos te señalarán con su vuelo cada vuelta de tu destino”. 

En paralelo a la lectura estuve revisando críticas y hay varias que se centran en que todo es invención y charlatanería, que don Juan no existió en realidad sino que era una amalgama de varios chamanes, etcétera. Asunto que es para mí irrelevante, pues desde al menos 1968, año de la primera edición del libro, claramente existe en una especie de tercera realidad alterna, en este caso la literaria, y es a través de esa realidad con la que miles de personas podemos entrar en contacto tanto con él como con todo ese mundo de saberes enterrados que hoy se relegan principalmente a las categorías de pensamiento primitivo y/o fantástico. Cabe preguntarse: ¿cuál sería a estas alturas la importancia de que hubiera tenido o no otro tipo de existencia? Pues es incluso altamente posible que el carácter un tanto mitológico de don Juan le haya dado más fuerza a sus palabras, comparado con una mera investigación monográfica donde quedaran capturadas con un pretendido rigor científico las creencias espirituales de los indios yaqui a partir de la ingesta de plantas alucinógenas.

Pues como bien dice Octavio Paz en el prólogo, al respecto de Castaneda: “Los brujos no le enseñaron el secreto de la inmortalidad ni le dieron la receta de la dicha eterna: le devolvieron la vista. Le abrieron las puertas de la otra vida. Pero la otra vida está aquí”.


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Eduardo Rabasa
  • Eduardo Rabasa
  • osmodiarlampio@gmail.com
  • Escritor, traductor y editor, es el director fundador de la editorial Sexto Piso, autor de la novela La suma de los ceros. Publica todos los martes su columna Intersticios.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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