Policía

La triste historia de dos Sergio Garza y una policía desalmada

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A unos días de cumplirse un año de la masacre de Allende, el domingo 11 de marzo de 2012, aproximadamente a las tres de la tarde, Sergio Garza Garza, tío de José Luis Garza Gaytán, salió de Piedras Negras rumbo a Allende, Coahuila, con la intención de ver al ajustador que había asegurado la casa que le habían destruido un año antes. Iba acompañado de su esposa Guadalupe con la idea de que en el pueblo ya había pasado lo peor; sin embargo, su hija Silvia ya no volvió a saber de ambos desde aquella vez. Por algunos conocidos se enteró de que la pareja fue secuestrada cerca de la farmacia Benavides.

Mientras, su hijo Sergio, quien se encontraba internado en un centro de rehabilitación de Piedras Negras por un problema de adicción, entró en una fuerte depresión y esquizofrenia tres semanas después de la desaparición de su padre, que coincidió además con la ruptura con su novia. En pleno shock, el 2 de agosto de ese año, fue expulsado del centro de rehabilitación. Cuando se dirigían a otro, Sergio tuvo un ataque y se perdió entre las calles de Piedras Negras.

Una semana después, su hermana recibió una llamada de Allende para avisarle que el sábado 4 de agosto habían visto a su hermano adentro de la casa de sus padres en la calle Morelos 505. La construcción, como la mayoría, seguía dañada y quemada. Sergio estaba en las ruinas llorando y gritando los nombres de su padre y de su madre, hasta que llegó una patrulla de la policía municipal a subirlo. Hasta la fecha tampoco se sabe de él.

El tío de José Luis Garza fue a la casa destruida un año antes y ya no se supo de él. Especial
El tío de José Luis Garza fue a la casa destruida unaño antes y ya no se supo de él. Especial

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El 11 de marzo de 2012, el policía Alfredo Reyes Cruz estaba en la comandancia de Allende, cuando su compañero Ricardo Miranda le contó que un día antes, la policía María Guadalupe Ávalos Orozco le había dado la orden a él y a otro policía llamado Fernando Hernández Reyes, de subir a su patrulla a Sergio Garza Garza. Estando Sergio en la patrulla, la esposa de éste, llamada Guadalupe, se acercó y les ofreció dinero a cambio de que dejaran a su esposo en libertad, lo cual rechazaron.

Unos minutos después llegó la mujer policía Ávalos a ordenarles que también fueran por la esposa de Sergio Garza, quien se había subido ya a su camioneta y se había marchado. Los policías la alcanzaron y se dieron cuenta de que adentro iban también dos niños que eran sus hijos. Ese mismo día, Sergio Garza y su esposa fueron entregados a Los Zetas, mientras que los niños los recogió una mujer policía llamada Rosario Téllez.

Durante los días siguientes, el policía Miranda contó a algunos de sus compañeros que se sentían mal por lo que habían hecho y le reclamó a la policía Ávalos diciéndole que “ese no era su jale”, por lo cual ésta lo reportó con Los Zetas.

Por haber dicho eso, el policía acabó siendo “tableado”.

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El 11 de marzo de 2012, según otro testimonio: el policía Fernando Hernández Reyes andaba patrullando en una Lobo con su compañero Ricardo Miranda a las tres de la tarde, cuando recibió una llamada por radio frecuencia, ordenándole que se dirigiera a las calles de Guerrero y Cuauhtémoc, en el centro de Allende. Al llegar se dio cuenta de que en donde antes habían un local de Movistar, ahora había unas personas vendiendo ropa usada. Tras entrar se dio cuenta que eran Sergio Garza y su esposa, Guadalupe de Hoyos, a quienes conocía por ser vecinos del pueblo.

Afuera del sitio vio que estaban los uniformados María Guadalupe Ávalos y Jesús Alfredo de Hoyos. El policía Hernández reportó por radio frecuencia que no había nada en el lugar, salvo una mujer vendiendo ropa. Estaba a punto de irse cuando lo abordó Ávalos y le dijo que no se fuera porque había un “30”, que es la clave para referirse a los sospechosos. Hernández le aseguró que solo estaba una mujer y su hijo, pero ésta insistió en que volviera a entrar y buscara a Sergio Garza, a quien halló saliendo de un cuarto. Le informó esto a la policía Ávalos para luego recibir la orden de entrar de nuevo y detenerlo. Hernández se rehusó, pero recibió una amenaza: “Que te lo traigas o si no te puede ir muy mal con los jefes”. De esta forma, Hernández entró con el policía Miranda por Sergio Garza, para luego llevarlo a su patrulla. La esposa de éste, Guadalupe de Hoyos, se subió a su camioneta Explorer blanca, la cual luego seguirían también porque la policía Ávalos les dijo que El Canelo había dado la orden de que también fuera detenida. La alcanzaron a una calle del sitio. Cuando estaban sometiéndola apareció El Canelo, quien le reiteró la amenaza: “que no se te pele porque si no ustedes la van a llevar”. Adentro de la camioneta, el policía Hernández movió a la señora al asiento de copiloto y comenzó a manejar. Estando al volante se dio cuenta de que había también dos niños, el menor que había visto antes y un bebé que iba en un asiento especial en la parte de atrás de la camioneta. La señora Guadalupe de Hoyos le preguntó que por qué hacía eso, y él le respondió que si no lo hacía lo iban a matar. La mujer insistió en que no lo hiciera porque ahí iban sus hijos.

El policía Hernández paró la marcha y le hizo una seña a la policía Ávalos para que viniera a verlo. Le dijo que iban dos niños en la camioneta. Ávalos marcó por teléfono a alguien desconocido para informar. Después de colgar, dijo que siguieran hasta la Textilera, un predio abandonado de la colonia Santa Cruz. Ahí estaban El Canelo y otros zetas con Sergio Garza, quien había sido trasladado en otra patrulla. Incluso estaba el comandante de la policía, Juan Ariel Hernández, quien fue el que sacó a Sergio Garza de la patrulla. Luego la policía Rosario Téllez se acercó a la patrulla del policía Hernández y bajó a los niños para subirlos a la patrulla donde había estado Sergio Garza. Los policías Hernández y Miranda arrancaron con los niños, quienes eran cuidados por la policía Rosario Téllez. Llegaron a la casa de ésta y ahí ella bajó a los niños y los metió al lugar. Antes de terminar su confesión, el policía Hernández dijo: “Quiero señalar que desde que pasó lo que antes relaté no he podido dormir bien, ya que me quedaron muy presente los niños y la verdad tuve que hacer lo anterior porque si no hacía caso Los Zetas me decían que me iban a matar a mí o algún miembro de mi familia, y en varias ocasiones decidí renunciar, pero el director Roberto Treviño no me dejaba y me amenazaba diciéndome que si me salía le iba a decir a Los Zetas para que me mataran”. 

(CONTINUARÁ…)

Capítulo 19 de la serie “El lugar donde se arrastran las serpientes”.



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Diego Enrique Osorno
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