Policía

Muerte súbita

Nota aparecida en el diario La Mañana Neuquén. Especial
Nota aparecida en el diario La Mañana Neuquén. Especial


1

El periódico La Mañana Neuquén está desparramado sobre una mesa de ping pong sueca cuya capa de veinticuatro milímetros de grueso permite que la pelota viaje con mayor velocidad que si lo hiciera en una de las mesas tradicionales hechas en China, de dieciocho milímetros de espesor. El castañeo de las pelotas blancas que van y vienen de una diminuta raqueta a otra, llegando a alcanzar una velocidad hasta de cien kilómetros por hora, disimula los lamentos en voz baja que salen de la boca de Óscar Ottón, el entrenador auxiliar de la selección de tenis de mesa de Argentina.

En un oscuro salón del Club Pacífico de Neuquén, los pupilos de Ottón contorsionan sus jóvenes cuerpos para conectar el celuloide. A un lado, en otro salón un poco más iluminado, unas chicas quinceañeras entrenan básquetbol, ignorando a sus vecinos pingponistas, a quienes solo de vez en cuando miran de reojo, sin asombro alguno, o bien como si estuvieran observando a un grupo de marcianos.

Exótica y lejana, la Patagonia —donde hace cien años se asentó la ciudad de Neuquén— como quiera forma parte del país del futbol y el rugby. Y los incipientes tenistas de mesa del club Pacífico irremediablemente terminan siendo vistos como se vería en Cuba a un grupo de jóvenes entrenando futbol americano o en México a alguien jugando rugby.

La portada de la sección policiaca del 28 de noviembre de 2003 que conmociona al entrenador Ottón, azarosamente, sigue inamovible, contando en una noticia que ningún reportero firma la tragedia del día en la ciudad, la cual tiene algo que ver con Ottón y con ese mundo del ping pong del oscuro salón del Club Pacífico:

Asesinan a neuquino en asalto, en México

Ocurrió el viernes pasado, sus restos llegaron a Neuquén y hoy recibirán sepultura. Conmoción local.

 

Neuquén.— Un joven neuquino murió asesinado el pasado viernes en México, al ser asaltado por un grupo de delincuentes, al salir de una panadería. La víctima, identificada como Mario Palacios, residía en la ciudad de Toluca, donde se desempeñaba como entrenador de tenis de mesa. Sus restos llegaron ayer a Neuquén. Hoy serán enterrados en la necrópolis central de la ciudad.

Palacios había llegado a México hace algún tiempo alentado por su pasión: el tenis de mesa. El Club Toluca lo había contratado para entrenar y capacitar jóvenes talentos. Vivía muy contento ante tamaño desafío, según comentaron a este diario algunos de sus amigos, pero sin duda extrañaba a toda la gente que quería y que vivía en la región. Como acostumbraba cada fin de año, tenía pensado venir a pasar las fiestas con su familia.

A quemarropa

El viernes pasado había concurrido a una panadería de la ciudad. Al salir se topó con tres sujetos que lo encañonaron con el aparente propósito de robarle el vehículo. La resistencia al asalto fue una reacción mortal. Dos balazos en la cabeza terminaron con su vida en un instante.

La noticia conmocionó al ambiente deportivo de la ciudad y tuvo repercusiones en Neuquén, pese a que pocos se enteraron de la noticia. 

Allegados a la víctima afirmaron a este diario que no fue tarea sencilla trasladar los restos del deportista desde tierras mexicanas hasta Neuquén. Gracias a las gestiones que hizo el club, el cuerpo de Palacios pudo llegar ayer a recibir cristiana sepultura.

 

Al leer la noticia, Ottón se traslada dieciséis años hacia atrás en el tiempo, recordando que una afortunada tarde había decidido dejar su ardua vida como vendedor de ropa en las calles de la ciudad para intentar una carrera tardía en el tenis de mesa. Los primeros golpes con técnica, bien lo recordaba, los había aprendido en el número 430 de la calle Edelman, una bodega petrolera adaptada como club deportivo donde Mario Palacios Montarcé daba lecciones de ping pong antes de irse a México a tratar de comerse el mundo.

-Lo primero que tienes que aprender es que este deporte se llama tenis de mesa y no ping pong. Ping pong suena a broma. Y el tenis de mesa es una de las cosas más serias que hay en la vida. Requiere mucho esfuerzo individual, sacrificio, quemarse las pestañas...—le advirtió Mario en aquellos lejanos días en que Ottón se iniciaba en los rituales del tenis de mesa, que no del ping pong.

 

2

-¿Sabes algo de un profesor de tenis argentino que murió hace unos años?-pregunté a mediados de 2008 a un socio del Club Toluca que conozco desde hace tiempo.

—Sí, cómo no. Pero no era tenista, sino tenista de mesa, de ping pong, y daba clases en el club. Se metió con quien no debía meterse.

—¿Con quién?

—¿Con quién más?

—No sé.

—Mejor tú tampoco te metas en eso.

Esa fue la primera llamada que hice para tratar de saber qué había sucedido con un deportista asesinado durante el gobierno de Arturo Montiel Rojas y de cuya muerte se hablaba en voz baja en los aromáticos y relucientes salones de fiesta de la socialité del Estado de México y en algunos de los taciturnos pasillos de la política nacional. Los diarios no registraban información al respecto, salvo un par de comentarios hechos como susurros en columnas políticas por lo regular anónimas.

Por entonces, una de las noticias más comentadas en las revistas del corazón como Quién y Caras era la confirmación de que el ex mandatario del Estado de México y su esposa francesa Maude Versini se habían divorciado. En 2005 la pareja había protagonizado un escándalo nacional que acabó con la reputación de Montiel como político, luego de que su adversario interno en el PRI por la candidatura presidencial, Roberto Madrazo Pintado, filtrara a las televisoras nacionales un voluminoso expediente en el que se demostraba lo que era un secreto a voces: que el gobernador había adquirido una decena de lujosas propiedades en Francia, España y a lo largo de México, así como que los hijos del primer matrimonio del político, así como su nueva esposa francesa, habían realizado millonarios negocios a costa del erario durante el mandato de Montiel. El glamour de la pareja socialité se convirtió en cataclismo. 

Una cosa sucedió tras otra: Montiel renunció a sus aspiraciones presidenciales y se retiró de la vida pública bombardeado por denuncias públicas e incluso algunas penales a las que ninguna autoridad dio seguimiento, a pesar de las sobradas evidencias de un enriquecimiento vertiginoso que hasta Carlos Slim pudo haber envidiado. Luego Maude Versini dejó a Montiel y partió a París, donde se casó de nuevo.

A la par de los comentarios sobre su divorcio, algunos empresarios y políticos acomodados en la alta sociedad toluqueña, ligados a la pareja cuando ambos eran poderosos, aconsejaron a la redacción de la revista Quién que algún reportero investigara el caso de un tenista asesinado tiempo atrás de manera muy extraña, al parecer debido a su relación con la entonces esposa del gobernador.

Los informantes nunca dieron más detalles al respecto. Ni nombre, ni fechas. Se entusiasmaban con la intriga del caso, pero eran cautelosos. Aunque Montiel estaba políticamente en la lona, su antiguo secretario particular se había convertido —en buena medida gracias a él— en el gobernador del Estado de México. Cualquier empresario o político podía despotricar ahora en contra de Montiel con facilidad, pero nadie lo haría con la misma seguridad en contra del poderoso en turno, Enrique Peña Nieto.

-¿Por qué mataron al tenista? -insistí en preguntar al socio del Club Toluca.

-Por amor. Olvídate de eso. Ése ya es un asunto viejo —respondió y luego colgó.

Así empezó esta historia de la que hará memoria en las siguientes entregas. _

(CONTINUARÁ…)


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Diego Enrique Osorno
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