Hace unos días circuló en redes sociales un video en el que se ve caminando a Raúl Vera junto a una zona de construcción del llamado Tren Maya, al mismo tiempo que, con su voz sabia y legítima, da una entrevista en calidad de juez del Tribunal Internacional por los Derechos de la Naturaleza, un organismo creado hace años por redes ecologistas de todo el mundo inspiradas en otros ejercicios de resistencia y justicia cívica como el Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra.
“Desde el cariño y amor que por muchas razones tenemos nosotros los mexicanos para el pueblo maya —se oye a decir a don Raúl—, nos parece mucho más indignante y aberrante que el Estado mexicano, que en su quehacer político tiene que garantizar la justicia y los derechos de todos los mexicanos, esté haciendo esta barbaridad en donde se pone en juego, y se hace sufrir y es casi una persecución la que está haciendo contra el pueblo maya: perseguir la obra de sus ancestros para convertirla en un espectáculo, en una atracción de turismo, en un negocio, en dinero, porque eso es esto un negocio”.
El actual Obispo Emérito de la Diócesis de Saltillo, estuvo varios años a cargo de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, donde buena parte de su labor religiosa la dedicó a los pueblos originarios mayas de Chiapas. El video de su recorrido por las obras ferroviarias, fue grabado por el equipo del propio Tribunal el pasado domingo 12 de marzo, exactamente en el tramo 5 del proyecto oficial, entre Playa del Carmen y Tulúm.
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Entre el 9 y 12 de marzo pasados, don Raúl estuvo conociendo testimonios directos e información crítica sobre la situación en la región, junto a los otros jueces del Tribunal: Yaku Pérez, de Ecuador; Francesco Martone, de Italia; Maristella Svampa, de Argentina y Alberto Saldamando, de Estados Unidos.
El panel de jueces tuvo reuniones con pueblos originarios y organizaciones afectadas de Yucatán, Campeche y Quintana Roo, así como también visitaron las comunidades Pisté, Xmaben y Tihosuco el Cenote de Valladolid.
Su informe y veredicto final no ha sido dado a conocer aún, pero el Tribunal emitió el 30 de septiembre del año pasado una alerta internacional, tras considerar que diversos ecosistemas y comunidades del sureste mexicano se encuentran “en grave peligro de destrucción ante la propuesta del megaproyecto llamado Tren Maya”.
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La valoración hecha hasta el momento en su alerta por el Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza es contundente:
“El megaproyecto Tren Maya no se limita al aspecto infraestructural, sino que plantea un reordenamiento territorial centrado en la urbanización de regiones indígenas y campesinas. A lo largo de la vía férrea está planeada la construcción de 12 paraderos y 19 estaciones, que formarán parte de polos de desarrollo de hasta mil hectáreas, lo cual implica la creación de nuevos núcleos urbanos o la expansión de las urbes ya existentes. Bajo la excusa de la generación de medio millón de empleos durante la obra, este proyecto de ’ordenamiento territorial’ acarrea grandes consecuencias para la destrucción de los ecosistemas y las comunidades.
“La ruta del tren abarca regiones que son consideradas grandes hábitats de biodiversidad, y constituyen los territorios de vida de las comunidades mayas que las han habitado desde tiempos ancestrales, y que hoy mantienen sus prácticas tradicionales en armonía con la Naturaleza. Su construcción preocupa, dado que para abrirle paso, se sacrificarán más de 2 mil 500 hectáreas de selvas húmedas y secas, que representarían casi 9 millones de árboles”.
“Afectará además a cavidades subterráneas como cenotes, cuevas y ríos subterráneos, dado que transitará por encima de estos ecosistemas únicos que resguardan especies endémicas.
“La pérdida de la biodiversidad a raíz del deterioro y modificación de los hábitats que genera esta construcción afectaría a muchas especies en peligro, como el jaguar.
“Otros efectos colaterales que implica esta transformación de ecosistemas son la contaminación acústica, los incendios, la afectación de reservas de agua —la región alberga el 33 por ciento del agua dulce de todo el territorio mexicano —y de gestión de residuos, daño a la fauna, contaminación de la selva y fragmentación de ecosistemas, entre otros.
“El territorio maya, que es producto de la interacción milenaria entre el pueblo maya y el hábitat con el que conviven, sufriría transformaciones irreversibles en sus componentes social y ambiental, y esto representaría una pérdida irreparable de la diversidad biocultural que caracteriza la región sureste del país. Esta zona tiene además una importante interrelación con la Amazonia, con la que forma un corredor de gran riqueza natural, amenazado por megaproyectos como el del Tren Maya”.
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Las alertas y sentencias del Tribunal no son vinculantes, pero las que ha emitido en otros casos internacionales han logrado visibilizar, movilizar y en algunos casos hasta inhibir algunas de las graves amenazas ambientales cernidas. Gobiernos como el de Australia y Bolivia han sido señalados directamente, al igual que empresas trasnacionales como Chevron y Delta Ecosystem, entre otras.
En la parte final del mensaje de su visita a las obras, don Raúl dice: “Están aquí haciendo todo esto pensando en un emporio financiero, en un emporio mercantilizado. Es una vergüenza y nos irrita enormemente, y hemos venido aquí como miembros de un Tribunal para juzgar lo que aquí se está haciendo. Al ver aquí cómo pasan por encima de la riqueza de un pueblo, por encima de toda la Naturaleza que ellos han cuidado a través de siglos. Ojalá que nosotros podamos llevar un mensaje, especialmente a nuestro pueblo mexicano, para que urjan le pongan alto a este crimen terrible de destrucción de vida”.