Policía

Pesimismo del intelecto, optimismo de la voluntad

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Aquella frase de Gramsci a veces me resuena mejor con otra de Blas de Otero: “En paz con los hombres, en guerra con mis entrañas”. Weber, aunque sea alguien de otra calaña, tiene una que también tiene flow: “Especialistas sin espíritu, sensualistas sin corazón”. Y hay una más de Harold Rosenberg sobre la tradición de derrocar la tradición que se va por otro sendero… pero tiene algo.

Cuando nos sume cierto horror íntimo, a veces vale la pena recordar el resplandor escondido entre escombros. He ahí entonces que me pongo a releer “Los ojos de los pobres”, uno de los poemas de Baudelaire que supongo que alguna vez leyó —o sigue leyendo en Magerit— ese gitano regiomontano llamado Samuel Noyola, que siempre ha tenido claro que levantar palabras de la ceniza cotidiana es el trabajo del tipo de columnistas como el que esto escribe.

En nuestra nueva sociedad de narcisos de neón, las muertes primaverales del papa Francisco y de Pepe Mujica significan un humilde antes y después de ese mundo en el que Cristo con un fusil al hombro recorría América Latina en busca de causas que permanecen, que se multiplican y que a veces se anulan a sí mismas.

Por ahora, en estos lares, frikis devotos de una modernolatria replantean las ideas occidentales sobre el progreso y la felicidad, mientras miran la realidad con sus ojos de dibujos animados. Gente común, no monstruos nazis, aclama a Trump o Milei. Hitler tiene así algunas victorias póstumas.

Nadie sale inocente del juicio actual. Un cúmulo de contradicciones e imperfecciones morales es lo que somos, en esencia: ese espasmo. ¿Acaso seremos después hojas de papel en las que los chats GPT escribirán pulcros textos?

Prefiero irme al desierto de Dalí o a uno de los experimentos de Artaud que actuar en una obra de teatro tan pura como en la que ahora nos han montado. Porque está claro que la verdad nunca es pura.

¿Y cómo sobrevivir entonces?

Con testimonios. Levantar testimonios de la ceniza cotidiana es ahora el trabajo ceniciento del tipo de columnistas como el que escribe. Dar fe de lo que alguien más padece ya es un acto de imaginación política en estos tiempos. “No es que no vuelva/ porque me he olvidado/ es que perdí/ el camino de regreso”, canta Serrat de fondo.


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Diego Enrique Osorno
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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