Policía

El mundo que he visto

SERIE PERIODÍSTICA “MUERTE SÚBITA”/ CAPÍTULO IV

Recortes de notas periodísticas sobre torneos en los que participó Mario Palacios . Especial
Recortes de notas periodísticas sobre torneos en los que participó Mario Palacios. Especial

Yo sé lo que es la guerra y el dolor. Te voy a contar algo que me sucedió antes de venir acá a México. Era 1991. Viajé a Bagdad como jugador de la selección china de tenis de mesa. Antes de que comenzara el torneo conocimos algunos lugares de Irak. Recuerdo que nos llevaron a una enorme mansión y nos dijeron que era una de las muchas casas que tenía Sadam Hussein. La casa era espectacular. El cuarto de baño principal estaba decorado con toallas de Christian Dior. Tenía una bicicleta estática y en la habitación de al lado se amontonaban videos de ejercicios de gimnasia. Había una estancia especial como para pibes, con muchos juguetes estadunidenses y con muñequitos de dibujos animados como el Demonio de Tazmania, Popeye y el Gato Silvestre. Las paredes estaban decoradas con carteles de Snoopy y fotografías de Disney World. También había un pupitre con dibujos infantiles de Spiderman, de Batman y de los enanitos de Blancanieves.

No sé por qué, pero todo el tiempo me acordaba de eso. Después, cuando jugábamos el torneo en un centro deportivo muy grande que había en Bagdad, comenzaron a caer bombas. Eran los norteamericanos que habían iniciado la operación Tormenta del Desierto. Ese día, a todos los que no éramos árabes nos llevaron al hotel donde nos estábamos quedando y nos dijéramos que aguardáramos. Yo me acomodé en la bañera de la habitación, amontoné muebles y coloqué el colchón encima de mí. Así estuve dos días, oyendo caer las bombas hasta que no pude aguantar el hambre y bajé a averiguar qué podía hacer y a conseguir algo de comida.

El gerente del hotel se volvió mi amigo antes de la guerra y también estaba escondido. Era un gran tipo. Ojalá haya sobrevivido porque tenía como seis hijos. Este hombre me dibujó un croquis en un papel para indicarme por dónde debía caminar para llegar al aeropuerto, que por suerte no estaba tan lejos del hotel. Me armé de valor y salí de ahí en medio de las bombas. Pero me sorprendí porque las indicaciones que me había dado el gerente parecían no corresponder. Lo más seguro es que las bombas hubieran derribado los edificios que se señalaban en el papel, así que tuve que buscar el aeropuerto por mi propia cuenta. Como pude, caminé hasta que, después de una hora, llegué al enrejado del aeropuerto. Comencé a escalarlo, cuando un policía de Irak me apuntó con la pistola. Yo le enseñé que no llevaba armas ni nada. Él me sujetó y luego me llevó a un cuarto, una celda ahí en el propio aeropuerto.

Recuerdo que entré junto a un brasileño detenido por otro policía. El brasileño no paraba de quejarse y gritaba palabras extrañas en árabe, hasta que entró uno de los policías de Irak y le disparó a menos de un metro de distancia de mí. El brasileño dijo unas últimas palabras en portugués, que no alcancé a escuchar, y luego murió. Yo tenía mucho miedo y seguí callado. Había otro hombre ahí, muerto no hacía mucho, pues aún no presentaba rigor mortis y en algunos lugares de su cuerpo la sangre no se había secado aún.

Ahí estuve como dos días, o no sé cuántos, porque no tenía noción del tiempo. Pero luego supe que había un avión que saldría a Egipto y pedí que me dejaran ir. Estuve rogando a los policías hasta que me permitieron subir al avión. Yo creo que les di lástima. Cuando llegué a El Cairo, ya estaba ahí el embajador de Argentina en Egipto, a quien corrí a abrazar. Luego, el hombre me llevó a la embajada, donde estuve varios días, hasta que después volé a Buenos Aires y de ahí a Neuquén.

El mundo que he visto no me ha hecho una persona espiritual.

***

¿Quién era ese tenista argentino que fue asesinado en Toluca? En el club donde había trabajado nadie se atrevía a hablar abiertamente sobre él, y en la Procuraduría de Justicia del Estado de México, menos. Llamadas y llamadas y nadie sabía nada o nadie quería saber nada del caso. Era como perseguir a un fantasma. Ni siquiera el nombre completo de él había podido confirmar.

Para no desesperarme por mi fracaso me puse a leer todos los periódicos y las revistas que encontraba en Toluca. El reportero debe estar informado ampliamente acerca de lo que escribe, me decía a mí mismo mientras leía gacetillas seguramente pagadas por el gobierno estatal. Pensaba en esos momentos que en este país, donde mueren miles de personas cada día a consecuencia de la política, no puede haber un reportero que goce de credibilidad si no tiene ideas políticas y principios. Los reporteros que no tienen ideas políticas ni principios solo pueden producir basura utópica. La perversidad más imperdonable de esta época es esa pretendida inocencia, como bien lo dice el escritor y pintor John Berger.

A la mañana siguiente de un largo día de trabajo, en el que había hablado con varios argentinos radicados en Toluca que no me habían contado mayor cosa, en la recepción del hotel donde me hospedaba recibí un sobre anónimo dentro del cual venía una sola hoja con el siguiente mensaje impreso con una de esas viejas impresoras de computadora que hacen un ruido espantoso y que hace diez años eran toda una novedad.

El mensaje era mi primera pista sobre el caso de Mario Palacios.

GENERALES

Mario Palacios Montarcé, estado civil soltero, fue campeón mundial de tenis de mesa, logró una medalla de oro para su país en los Juegos Panamericanos de Mar del Plata, Argentina, en 1995, era primo hermano de Roberto Depietri, promotor de futbol.

Nació un 28 de diciembre de 1967, el día de los inocentes, llegó a los 33 años de edad a Toluca, era de la provincia de Neuquén, Argentina. Otros dicen que era de la provincia de Darwin, en esta localidad estudió su primaria y la escuela técnica.

Era técnico en electromecánica, medía 1.66 metros de estatura, pesaba 63 kilogramos, vivió en China, dominaba el chino mandarín.

Su primo Roberto Depietri hablaba muy bien de él en el Club Toluca, por lo que fue contratado en aquel entonces por Lalo Gómez de Orozco para que diera clases de tenis de mesa en el Club Toluca, donde dejó un importante semillero de niños que actualmente han tomado parte en competencias internacionales.

Era simpático, galán, muy creativo, sano, divertido, amigable, no tomaba, no fumaba, vivía en un departamento que rentaba cerca del Club Toluca.

Por su carisma era la atracción de muchas mujeres, andaba con una casada y tenía una novia que estaba vinculada con la política. Nadie supo con exactitud quiénes eran, aunque se decía que era Maude Versini.

Previo a su muerte estaba en el Club Toluca y recibió llamadas extrañas que lo intranquilizaron, por lo que salió del club y resultó que pasó por pan a un comercio.

Se presume que dos individuos lo esperaron a que saliera para asesinarlo, por lo que fue llevado a la clínica 20 del IMSS donde falleció.

En vida decía que le encantaba México pero nunca intentó nacionalizarse. En la morgue duró cinco días donde fue reconocido en varias ocasiones por un amigo muy allegado a él, con quien incluso vivió un tiempo.

El cadáver fue entregado a la embajada argentina para ser llevado a sus familiares. Sólo hablaba de su mamá y una hermana, aunque tenía más familia. 

(CONTINUARÁ…)


Google news logo
Síguenos en
Diego Enrique Osorno
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.