Bajo el discurso de la pacificación se ha implementado un proceso comentado aquí en las últimas semanas, sobre todo a partir de las mesas de seguridad (o de paz) estatales y regionales en las que autoridades revisan a diario la violencia nacional con un nuevo paradigma en materia de seguridad.
“Vamos a seguir avanzando en pacificar el país. Es un desafío, es una responsabilidad, es una convicción. Si no terminamos de pacificar a México, por más que se haya hecho, no vamos a poder acreditar históricamente a nuestro gobierno”, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador hace unos meses.
Bajo esta idea también fue creada la Guardia Nacional, organismo de corte castrense que es definido por el gobierno como un “cuerpo de paz y proximidad con la población”, el cual, según los últimos reportes públicos, está conformado por más de 100 mil elementos distribuidos en 193 compañías ya construidas y otras 55 por terminarse. La meta oficial es tener a fin de año 248 instalaciones distribuidas a lo largo del país de manera regional y seguir construyendo más en los años siguientes.
Las características de operación de la Guardia Nacional abarcan aspectos tanto policiales como militares que buscan afianzar una estrategia de “territorialización”, con la que el gobierno pretende tener una cobertura y presencia que le permitan controlar de nuevo el territorio nacional.
Justo en esta fase es cuando la pacificación pregonada por el gobierno entrará a una disyuntiva crucial. Hasta ahora la apuesta primordial han sido las mesas estatales y regionales, donde se discute a diario la atención de los problemas de violencia con una perspectiva más civil que militar; sin embargo, el proceso de cuartelización de la Guardia Nacional está por concluir y tendremos pronto un organismo represivo con un poder y una presencia inéditas.
Será entonces cuando los caminos de la pacificación podrían bifurcarse en la vía de las mesas civiles o en la de los cuarteles militares. Seguramente el discurso oficial prevaleciente es que la pacificación avance por ambas vías, pero nadie garantiza que esta militarización del territorio pueda estar siempre sometida al control civil…
…o que el control civil esté exento de tentaciones autoritarias.
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