Policía

No es lugar para poesía

¿Cómo entrecruzar la columna periodística con el poema imprevisto? Es un cuestionamiento existencial. Diego Enrique Osorno
¿Cómo entrecruzarla columna periodística con el poema imprevisto? Es un cuestionamiento existencial.Diego Enrique Osorno

“Es imposible echar una ojeada a cualquier periódico, no importa de qué día, mes o año, y no encontrar en cada línea las huellas más terribles de la perversidad humana”, escribe Baudelaire en su diario, en el año de 1860.

“Todos los periódicos, de la primera a la última línea, no son más que una sarta de horrores. Guerras, crímenes, hurtos, torturas: una orgía de la atrocidad universal”, prosigue el poeta, quien reaccionaría con la misma determinación si echara un ojo a la prensa actual o, mejor aún, a las redes sociales.

Otro ilustrado y respetable crítico, José Ortega y Gasset, advertía en su respectivo siglo, en un breve artículo —publicado, por supuesto, en un periódico—: “Abrid sus páginas y vuestro optimismo se os caerá a los pies como un pobre pájaro herido. Un denso vaho de mentecatez os azotará con asco y os quedareis meditando tristemente en su existencia como un fenómeno terrible de la sociedad”.

Recuerdo esto para intentar comprender la circunstancia en la que se encuentra alguien que aprecia, más que la mayoría de las cosas, el nebuloso oficio de reportero y, al mismo tiempo, escribe —o cree que escribe— poemas.

¿Cómo pueden entrecruzarse en el camino, la desgraciada realidad objetiva de la columna periodística de la página 22, con el desconcertante poema que surge, imprevisto, en plena sección de noticias políticas, dándole al espacio una forma y un fondo inexplicables, hasta inquietante?

Llevo años con esa pregunta dentro. Es un cuestionamiento existencial.

***

Chelayo

Salidos de cuevas iluminadas

en ruta a un desierto con río,

buscábamos al vaquero Chelayo

entracalados con una deuda

heráldica

ansiosos y cansados subimos y bajamos

cerros y presas, mitotes y silencios

junto a venados cola blanca y jabalíes

con las panzas llenas de cobre y de cadmio

fue como llegamos una tarde color malva

al nuevo mundo: entre la oscuridad y la luz.

Bacanuchi, Sonora

***

A veces quisiera ser poeta, sin embargo, si acaso, soy reportero que busca poemas.

Los reporteros intentamos desenmarañar nudos de la compleja actualidad política y social: una manera de conseguirlo es mimetizándonos con la realidad, tal y como creo sucede con la poesía, en donde uno busca cierta armonía con su propia intimidad a la hora de escribir el poema.

Pero el poema nunca es resultado de esa armonía, sino del efecto contrario: el accidente.

Y el periodismo, aunque sea siempre resultado de un proceso accidental, debe procurar vestirse con el elegante traje de la objetividad y aparentar una infabilidad que si no fuera tan solemne, daría risa.

***

Fosa iluminada

Osos negros a la redonda

Recién nacidos, lobos

y búfalos de Montana

en pleno monte mexicano

donde dinosaurios y vinos

comparten tierras arrasadas

subsuelos de carbón incandescente

agua y aires ensangrentados

huesos atrapados entre humo

que esperan su turno

en la fosa iluminada.

 

San Juan de Sabinas, Coahuila

***

¿El periodismo —al igual que la poesía— debe llevarse a cabo con una postura antiideológica?, ¿debe ser indiferente con lo que se está contando?, ¿los reporteros jamás deben despreciar a la gente sobre la que escriben?

Un verdadero reportero —al igual que un auténtico poeta— está hundido —sí, hundido— en su oficio, porque un oficio digno es una pasión. No hay otra manera de ejercer el periodismo que no sea desde esa vulnerabilidad.

Este oficio, que por definición es marginal, se hace en medio de una lucha constante de ilusiones, en medio de la voluntad de ser independientes y en medio de la resistencia y concordancia con otros puntos de vista, intereses, e incluso expectativas que a todas luces son irreales.

***

La Máquina

Una mañana llena de neblina verde

tras una larga y ansiosa espera

apareció La Máquina en el rancho

bordeó la cabaña de Tarumba

rompió la cerca y abrió zanjas nuevas

una nueva entrada emergió

y un tobillo quedó hecho sangre y añicos.

 

Por la cuesta de la montaña

donde el sol avienta sus mejores rayos

quedó palpitando una roca gigante

dentro de un pozo de tierra y hierba

en el que la fuerza y el deseo

—ojalá también el misterio—

de La Máquina

pisan la cola del alacrán.

 

Santiago, Nuevo León

***

Ser reportero, para algunos reporteros, es como ser gerente de ventas, mecánico, abogado, estilista o cualquier otra cosa.

Ese hecho me ha parecido siempre incómodo y reparador al mismo tiempo.

Incómodo porque en medio de mi obsesión, jamás concebiría así este oficio y me duele que no se le reconozca como algo especial; pero es reparador porque me queda la impresión de que al final de todo, cuando llegue a mi callejón sin salida (y todo reportero se topa siempre con uno), acaso tendré la opción de abandonar esto y ser otra cosa sin sentir remordimiento alguno.

¿Quizá, al fin, poeta?

***

Otro sábado en cuarentena

Crucé el mar

confundiendo el cielo

como pidieron mis antepasados.

 

Maté con cuchillo prestado

mis deseos,

vi una casa en llamas

luego cenizas

la nada,

el espanto

y todo eran recuerdos

de la vida que no tuve.

 

Hice cosas antes de la guerra:

oculté mi cuchillo detrás de la sonrisa,

miré al espejo con otro espejo,

pisé la hierba para asustar a la serpiente.

 

Este camino está seco

y sombrío,

pocos sobreviven ya

a la muerte.

 

Berlín, Brandenburgo.


Diego Enrique Osorno

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