Policía

Mundo enfermo

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Como todo mundo, cuando irrumpió la pandemia, debí alterar mi vida. Antes de marzo de 2020, parte de mi rutina se dividía en dos aspectos: uno era viajar a descubrir personas y el otro aislarme a escribir sobre las experiencias vividas con ellas.

Encerrado en cuarentena, sin poder emprender nuevas aventuras viajeras, a través de mi archivo y mis recuerdos he regresado a ciertos encuentros buscando revivir esa sensación generada durante las expediciones por lugares diferentes al de uno.

Así regresé a Tierra Santa acompañando a un grupo de Legionarios de Cristo, o seguí el recorrido de las cenizas de Fidel Castro, luego de su muerte; deambulé por fiordos noruegos en compañía de gente inquietante; acompañé marchas populares en la misteriosa Caracas; caminé la cantera rosa de Toulouse y sufrí de nuevo la angustia de la guerra en Líbano.

Visité también una playa tan seria como bolañesca, la Cuba de los márgenes, Siria antes de la guerra, Nueva York en plan vagabundo, las islas Caimán como detective de pacotilla, China en plenas contradicciones y el universo rarámuri, donde escuché por primera vez el diagnóstico de que este mundo estaba enfermo.

Esas dos necesidades existenciales: la de viajar y la de reflexionar sobre el mundo, se han vuelto cruciales en medio de esta cotidianidad donde la libertad es virtual y las noticias fúnebres marcan el inicio de cada día.

Justo hace más de una década, al llegar a la comunidad de Raramuchi después de un recorrido de un par de horas en coche desde Creel, conocí a un anciano indígena que resaltaba por su cuerpo fornido, en medio de decenas de niños desnutridos. Se llamaba Ramiro Juan y traía una bata blanca de doctor, con la leyenda del IMSS a la altura del hombro izquierdo. Era el owirúame, como se le llama en rarámuri al curandero tradicional.

“Ellos no están enfermos. El mundo es el que está enfermo”, me dijo en un lento español después de que yo le explicara con palabras y señalando a los niños desnutridos que hacían fila con sus madres igual de mal alimentadas. “El mundo está enfermo. Ya no hay la lluvia mucha y el maíz no sale. Ya no tenemos el maíz”, sentenció.

Recuerdo eso y pienso que, en efecto, quizá no somos nosotros los enfermos: es el mundo el que lo está, pero apenas nos estamos dando cuenta.


deo@detective.org.mx


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Diego Enrique Osorno
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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