Una noche incierta de los 80, la poeta María José Tramini conoció a Samuel Noyola cuando éste llamó por teléfono a su casa buscando a su esposo Octavio Paz. A través del aparato, el entonces joven escritor declamó sin descanso Piedra de Sol y luego un soneto de su autoría dedicado al Premio Nobel mexicano.
Después de oírlo, tan conmovida como impresionada, Marie Jo puso a Paz en el teléfono para que oyera al tal Noyola, quien llamaba desde Monterrey, luego de obtener el número particular del escritor, gracias al productor de televisión, Juan Robles.
“La vida de Samuel era luminosa, nunca me pareció que irradiara oscuridad”, me dijo la poeta y pareja de Paz durante una de las varias y largas conversaciones telefónicas que tuvimos en los años recientes, antes de que falleciera en julio de 2018.
Tras la desaparición de Samuel, Marie Jo estaba al pendiente de la búsqueda que emprendí en 2009 con ayuda de un equipo de periodistas, documentalistas y detectives. Con el fin de incluir su testimonio en el documental Vaquero del Mediodía, Marie Jo me autorizó grabar algunas de nuestras charlas, de las cuales reproduzco aquí un fragmento.
“¿Dónde estará?, ¿dónde estará? Yo no creo que esté muerto, porque él era un aventurero. Seguro que le podía haber pasado, no sé, una aventura o algo por el estilo, pero es terrible esta angustia de no saber. Terrible… ¿Ya checaron con el ADN?”, me preguntó una vez.
Le expliqué que sí, que habíamos obtenido una muestra de su hermano y la habíamos entregado a la Procuraduría para que la analizaran, sin que hubiera resultados que confirmaran la muerte de Samuel en alguna fosa común, como muchos de sus amigos (y enemigos) han considerado.
—España no está tan lejos, sí él quería podía ingeniárselas para irse para allá, pero quién sabe a dónde fue— me comentó Marie Jo.
—Buscamos registros a través de la Secretaría de Relaciones Exteriores, pero nada…—le respondí.
—Qué raro, qué raro que no haya ninguna pista, aunque entiendo que tenía pocos amigos. ¿Ellos no saben?
—Muchos amigos, pero también muchos enemigos. Samuel respetaba a muy pocas personas, por ejemplo a ustedes. De Octavio Paz decía que era su constelación.
—Sí, Octavio era su ídolo, sí, eso sí, pero porque también Octavio le daba cuerda, ya que lo respetaba mucho como poeta.
—¿Octavio Paz lo veía a Samuel como un poeta importante?
—Sí, sí, sí, no, sí, decía que había algo de algo en él: que era un verdadero poeta, se lo decía muchas veces. Por eso le animó a seguir y le daba consejos. Se veía mucho con él y Samuel se sentía seguro con Octavio porque no sentía la competencia con los demás jóvenes escritores. Samuel estaba muy contento de eso.
—¿Cuándo vio a Samuel por última vez?
—Yo estaba en Coyoacán. Debió de haber sido en los años 2000. Vino a buscarme en un estado de aparente enfermedad, al parecer se había caído o sufrido un accidente, pero los guardias de la Fundación no lo dejaron entrar, porque lo vieron como un vagabundo. Yo lo supe después y me enojé mucho. Ya luego no supe de él, porque ni siquiera me dejó un teléfono ni dirección ni postal ni nada.
—¿Qué piensa de que su obra sea tan poco conocida?
—Samuel en eso era demasiado discreto. Yo creo que a él le importaba más vivir el momento, las experiencias, que ser un escritor profesional
—¿Le importaba más vivir que escribir?
—Yo creo que sí. Muy aventurero era este Samuel, aunque estoy segura de que estuvo escribiendo siempre, aún si estaba perdido, borrado, vivido, lo que sea, escribir seguro lo hizo hasta el último momento.
—¿Dónde cree que esté?
—Yo no quiero ser pesimista, pero si está como de aventurero, nunca lo vamos a saber… Puede estar en España, así como Hong Kong o en Shanghai… Aventuras, Samuel era aventurero
—¿Usted y Octavio Paz estuvieron alguna vez en España con Samuel?
—Claro que sí, claro que sí, lo vimos allá, andaba de mesero. Andaba de mesero en España en un algún lugar de Madrid, no recuerdo cuál, y luego en una de estas playas de España. Cuando lo vimos, nosotros estábamos en el hotel Palace: Samuel estaba contento, muy agradable, libre, haciendo su vida, no andaba nada pesimista, al contrario, estaba muy contento de estar ahí en España y más conmigo y con Octavio. Octavio también estaba feliz con él.
—¿Por qué se interesaba tanto Octavio Paz en Samuel?
—Porque así son los poetas, o ¿qué?, ¿cree que los poetas no son aventureros?, ¿cree que Octavio no era aventurero también? Pues se equivoca (Risas). También le gustaba la bohemia, la boheme…
—Bueno, eso sí…
—Hay poetas muy tradicionales, muy tranquilos, pero hay muchos que son llamados los poetas malditos. Samuel era uno de esos.
—Aunque también están los llamados poetas “malitos”…
—¡Ay, no! No hay mala poesía ni hay buena poesía: hay poetas y punto.
—Tiene razón…
—Nada más el amor se puede comparar a esta fuerza mental que tienen los poetas con la poesía. Entonces hay que saber eso: Samuel estaba animado por su propia poesía, estaba viviendo su vida.
—¿Era una vida luminosa o una vida oscura, la de Samuel?
—Luminosa, luminosa, no había nada oscuro en él: estaba en el pleno momento de vivir el mundo, que es algo muy importante en la poesía.
—Seguiré buscándolo…
—Puede no estar ya en Europa, puede estar en Asia, un monasterio tibetano, con gente así; aunque también, yo te aconsejo seguir la pista del camino afectivo: quizá se enamoró o algo por ahí y ese podría ser el camino. Así son los poetas.
Este texto forma parte de la serie periodística itinerante “Samuel Noyola: Retrato de un desconocido”.
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