Una vez que las comunidades zapatistas decidieron el alzamiento armado de 1994, vino la pregunta de la forma en la que este se llevaría a cabo. El subcomandante Galeano rememora las reflexiones y discusiones que se vivían entonces al interior del EZLN.
“Teníamos la opción de seguir el modelo clásico de las guerrillas, es decir, esperar convoyes y atacarlos, pegar y retirarnos, pegar y retirarnos, o seguir la tradición de lo que fue la Revolución mexicana en su etapa armada que es hacer acciones sobre los puntos en posiciones, se dice, lo que sería la guerra de posiciones.
“Nosotros empezamos a ver cuáles eran las posibilidades de cómo íbamos a ser atacados, porque no se trataba solo de que nos atacaran militarmente, sino cuál iba a ser la justificación, entonces nosotros veíamos el peligro de que dijeran que fuéramos extranjeros, de que fuéramos pagados por el narcotráfico (que entonces apenas empezaba a aparecer, no era un problema como el que es ahora) y pensábamos que la primera lucha, la primera línea de combate de lo que era el EZLN entonces, era por la legitimidad”.
Según el relato de Galeano, así fue como acordaron bajar de las montañas de la Selva Lacandona para tomar las cabeceras de San Cristóbal de las Casas, Ocosingo, Las Margaritas, Altamirano y Chanal. “Decidimos que no íbamos a pelear aquí, vamos a salir a pelear a las ciudades y de esa forma le damos una especie de colchón, de protección a las comunidades”.
El vocero rebelde explica que esa estrategia fue también objetada “por la gente de la ciudad” que pertenecía a la organización armada. “Decían que era una locura, pero en 1992 los compañeros y compañeras zapatistas hacen dos especies de ensayo, uno que es la toma pacífica de San Cristóbal el 12 de octubre de 1992, donde los compañeros salen marchando con arcos y flechas y lanzas de madera, y derriban la estatua de Diego de Mazariegos, que es símbolo del conquistador español.
“La segunda ocurrió en julio y agosto del mismo año durante una concentración masiva celebrada en la comunidad de La Sultana, por el lado de las cañadas de Ocosingo. Se trataba de 3 mil combatientes zapatistas que formaban la 21 división de infantería zapatista que tenía tres regimientos. Ahí fue donde los compañeros se dieron cuenta de que había la fuerza, el entrenamiento y la capacidad para dar un golpe, aunque fuera solo un golpe, en las ciudades y luego replegarse para seguir el método de la guerra de guerrillas”.
—¿Entonces cuál era el problema con la estrategia?
—El problema es que los de la ciudad se negaban, entonces, hay en 1993 una especie de reunión o de congreso donde las comunidades imponen su mayoría, se decide que se realice el alzamiento y se pone un plazo hasta el 31 de diciembre de 1993. Al subcomandante insurgente Marcos le toca el mando del EZLN y le toca cumplir con ese mandato de esa reunión que hubo en enero de 1993.
Nosotros no sabemos realmente que está pasando afuera, o sea, nada que nos diga que va a salir bien, todo nos está diciendo que va a salir mal, entonces la comandancia tuvo que diseñar un plan que redujera lo más posible el costo humano para las comunidades. Según el subcomandante insurgente Marcos, eso es lo que decide el ataque sobre las ciudades y él agarra el modelo de Francisco Villa en el ataque a Juárez: irse acercando y de pronto aparecer en la plaza tomada.
Otra cosa importante es que en los días previos al alzamiento, como somos muchos, se nota el movimiento, pero el gobierno de Salinas de Gortari, contra lo que ellos mismos dicen o que dicen los libros de historia… no sé si ¿puedo decir malas palabras?
—Sí.
—…Son muy pendejos, y tienen un gran racismo y despreciaron a las comunidades, entonces, cuando empieza a haber concentraciones y era innegable que se estaban concentrando miles y miles de indígenas, piensan que como son indios no van a hacer nada malo, que tal vez se trata de una procesión religiosa, porque el día 29 y 30 de diciembre de 1993 sobrevuelan helicópteros militares donde se están concentrando nuestras tropas y todavía en la noche del 31 de diciembre que se está dando el movimiento, los militares lo detectan, pero no se les ocurre que va a pasar lo que va a pasar. Este desprecio a la capacidad de los indígenas para hacer lo que hicieron o lo que están haciendo ahora como ustedes vieron en estos días, es lo que le permite al EZLN usar la única arma realmente efectiva que tenía en ese entonces que es la sorpresa: sorprender al enemigo.
—¿Qué otros elementos tenían a su favor aparte de la sorpresa?
—En términos de poder de fuego y capacidad de maniobra, no teníamos ninguna oportunidad, sobre todo porque estábamos saliendo a combatir al terreno enemigo.
Aquí si nos podemos mover perfectamente, conocemos cada planta, cada paso, qué se puede comer, qué no se puede comer, y de una u otra forma, decía el subcomandante insurgente Marcos, la montaña juega a tu favor, es parte de tu columna combatiente, pero en este caso estábamos abandonando eso y estábamos yéndonos a las ciudades, entonces se prepara el plan y lo hacemos el 1 de enero de 1994.
—¿Sucedió lo que esperaban?
—Se provoca esto que no habíamos previsto, porque el EZLN tiene un cálculo dicotómico: o la gente de México se alza junto con nosotros, o nos aniquilan, y lo que pasa el 1 de enero del 94 y en los días posteriores es ni una cosa ni otra. Ni nos aniquilaron pero tampoco la gente se alzó con nosotros, entonces nos quedamos que nos habíamos preparado 10 años para hacer una guerra y resulta que ahí nomas quedaba: no es cierto que la guerra duró solo 12 días, el Ejército siguió intentando incursiones para retomar las fincas, sobre todo en el lado de Las Margaritas y Ocosingo, y hubo enfrentamientos entrado febrero en vísperas de los diálogos de Catedral. Nosotros salimos y dijimos: ‘bueno, no nos aniquilan’, nuestras bajas habían sido mínimas, aunque sentidas, aproximadamente, dice el sub Marcos, entre 40 y 45 combatientes que habían caído sobre todo en Ocosingo, cuando el Ejército retomó la plaza y tuvimos que replegarnos.
(CONTINUARÁ…)
Diego Enrique Osorno