A lo largo del siglo XXI, el México de la alternancia ha producido diversos movimientos sociales que de uno y otro modo han resistido a los abusos del poder en turno y han buscado crear una sociedad más libre y justa: el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca evidenciaron que, contrario a lo que se pregonaba en su momento con la llegada de Vicente Fox a la presidencia, nuestro país no había superado los lastres del viejo régimen autoritario y éste seguía ahí, conviviendo con nuestra democracia enclenque.
Posteriormente, a raíz de la llamada guerra del narco provocada por Felipe Calderón, la barbarie se desató en el país, sin que ningún partido ni grupo político le hiciera frente directo “a la guerra” por temor a enfrentarse con el Ejército. Tuvo que ser el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, representado por el poeta Javier Sicilia, el que ayudó a despertar a la sociedad sobre lo que estaba sucediendo: a 10 años de su creación, es innegable que su gran mérito fue el haber dado visibilidad y organización a las víctimas.
Durante el sexenio de Peña Nieto, tras la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, el movimiento de víctimas empezó a exigir con mayor vehemencia el fin de la impunidad y a señalar a los victimarios: Fue el Estado, es la consigna que prevaleció.
En el actual gobierno, el movimiento de los familiares de Ayotzinapa ha acordado dar confianza al presidente López Obrador para tratar de encontrar a los estudiantes y desafiar la impunidad, pero, por el contrario, el Movimiento por la Paz ha sido ninguneado y satanizado por el hecho de que uno de sus promotores de antaño, Emilio Álvarez Icaza, hubiera optado de manera desafortunada por la vía electoral contraria en 2018.
Más allá de ello, es un error grave de este gobierno ubicar al resto de las víctimas en el mismo esquema electoral. Lo que ellas hicieron y siguen haciendo resulta una proeza. Ningún presidente de ningún gobierno de ninguna transformación puede por sí solo detener la barbarie que acecha el país.
En esa ruta, la de la paz, hay un movimiento caminando desde hace 10 años. Su contenido y fondo no es político, sino de justicia y dignidad. Y ahora, este movimiento se encuentra con otro que va naciendo y creciendo en los años recientes: el de las mujeres. Atenco, APPO, Movimiento por la Paz, Ayotzinapa y Feminismo son luchas que forman parte de una misma línea de resistencia contra la barbarie que aún prevalece.
Diego Enrique Osorno
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