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Cronistas y filósofas en Morelia

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En una época en la que el mundo diluye sus capacidades reflexivas ante la hipermediatización y polarización, los problemas sociales que sufren países como México parecen caminar todos los días en un callejón sin salida.

Por eso resultó imposible no tener en cuenta la realidad cotidiana a la hora de ver cinco películas de la selección oficial de Largometraje Mexicano de Ficción del Festival Internacional de Cine de Morelia. Más allá de la forma de cada una de ellas, valoré la sensación que me dejaron en su conjunto: una de cierta certeza dialéctica en la que es posible dialogar desde las diferencias, pensar críticamente y no rendirse ante lo que sucede.

Tan incómoda como verdadera, Ruido es una película de resiliencia política de Natalia Beristain, en la que una madre va encontrando horror y sororidad mientras busca a su hija desaparecida; Trigal, ópera prima de Anabel Caso, no se siente que hable de la vida, sino desde la vida, al comprometerse con el punto de vista adolescente para contar una historia aparentemente costumbrista de iniciación sexual.

Manto de gemas —también ópera prima—, de Natalia López Gallardo, te lleva a pensar la barbarie contemporánea desde un pueblo en vilo y dibujado en múltiples y contradictorias perspectivas, logrando así un efecto tan perturbador como analítico.

Cabe incluir el oficio de Laura Baumeister para observar la lucha moderna por la supervivencia, a través del relato de una niña y su madre, con La hija de todas las rabias, o la realización y destreza intelectual de Alejandra Márquez Abella para ensayar su impresión del yermo violento y deconstruir masculinidades en El norte sobre el vacío, merecedora del premio del festival.

No tuve la fortuna de ver los demás filmes de la selección (en su mayoría también dirigidos por mujeres), pero sentí lo que provocaron en quienes sí lo hicieron y luego me compartieron y debatieron ideas y preguntas que les despertaron.

Justo creo que esa es la sensación predominante tras esta visita pospandémica a Morelia. La de haber sido testigo, no solo espectador.

Y la de que quizá el callejón tiene salidas en la oscuridad de las salas de cine: cierto pulso, incluso filosófico, palpita y busca reunir en las pantallas grandes lo estético con lo ético a través de ficciones realistas que son la crónica de nuestro tiempo. 

Diego Enrique Osorno

deo@detective.org.mx


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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