Policía

Apuntes del periodismo cholombiano

En Sierra Ventana le pusieron el nombre de Nicho Colombia. Especial
En Sierra Ventana le pusieron el nombre de Nicho Colombia. Especial

El periodismo cholombiano nació, se abrió paso a contracorriente, vivió momentos de esplendor y desapareció el 10 de diciembre de 2022, fecha en que falleció Lorenzo Encinas, un antropólogo por azar y reportero con determinación que asumió el punto de vista de los jóvenes marginales para informar la realidad de los barrios en la metrópoli de Monterrey.

Al ritmo de la cumbia caribeña reinventada en pleno monte norteamericano, Lorenzo adoptó la identidad que le dieron estos chavos, cambiando incluso su nombre por el de Nicho Colombia, siendo esto ya un homenaje en sí mismo a lo cholombiano, el movimiento urbano regiomontano que fusionó rasgos culturales africanos, indígenas, europeos y hasta texanos.

Hace algunos años tuve una larga charla con él en una cabina de la estación de radio UdeM. Nicho me contó que la primera nota cholombiana que escribió fue en los ochenta. Abordaba en ella escaramuzas constantes entre dos pandillas de la colonia Fomerrey 51: los DLB y los PSL. DLB eran las abrevitauras que usaban Los de la Bodega, mientras que PSL era la forma en la que los Parranderos Locos sintetizaban su nombre. Nicho acabó mediando entre ambos grupos a fin de que apaciguaran sus broncas y escribió una nota al respecto.

—¿De qué forma trabajabas tus textos?, ¿hablabas con funcionarios?, ¿cómo decidías qué publicar periodísticamente?

—Visitaba a las pandillas en sus barrios y veía cada cosa, pero simplemente trataba de hacerlo con respeto.

—¿Cómo se consigue ese respeto?

—A lo mejor es hereditario, porque fíjate que mi abuela vivía en la colonia Chapultepec y tenía una tienda a la que todo mundo llegaba a conversar. Digo que es cosa hereditaria por eso de que la gente te busque o se acerque para contarte un problema. Creo que por ahí viene, de esos años. Además (dice sonriendo), en ese tiempo estaba muy gordito, tenía el pelo chino y parecía Santa Claus.

—Bueno, pero más que Santa Claus, entiendo que el nombre que surgió en ese entonces fue el de Nicho Colombia…

—Me lo pusieron en Sierra Ventana…

Retomo aquella larga charla con Nicho para rescatar a continuación algunas de sus experiencias e ideas sobre el periodismo cholombiano: un estilo peculiar de ejercer ese oficio que hoy en día parece estar naufragando entre la hiperinformación, las fake news y el desmadre total. El esfuerzo por mirar realidades cotidianas que no se ven pero laten.

 

Los nuevos regios 

Pese a orbitar la periferia, Nicho tenía fascinación por el sincretismo del centro de de la ciudad. “Monterrey es una ciudad de espejos, porque se reflejan muchas identidades. Con esta peste de la violencia que estamos viviendo, mucha gente se ha ido. Ya no le apuesta a Monterrey para vivir y ha venido gente de San Luis, de Veracruz, y ahora ves esos puestos de quesadillas y tamales en el centro. O negocios que dicen Dental Tamazunchale y Dental San Luis. Todavía eso no lo podemos ver porque todavía no nos llega, pero en unos veinte años más estará mucho más visible. Y son los nuevos regios. Así como nuestros padres que vienen de la zona rural de Nuevo León le aportaron mucho a la ciudad de Monterrey, ellos le van a aportar bastante también. Ojo: no se ha hecho un estudio de esto”.

Tres Caminos

Guadalupe, uno de los municipios del área metropolitana de Monterrey, tiene tres barrios que Nicho resaltaba: Tierra Propia, Valle Soleado y Tres Caminos. Tres Caminos es un barrio en el que yo viví de niño, después de una breve temporada en la lejanísima ciudad de Puebla y otra en la colonia Terminal. “Miércoles de mercado, bronca segura en Tres Caminos”, decía Nicho, de este barrio en el que convergen la avenida Pablo Livas, la carretera a Reynosa y el acceso a la colonia de La Primavera. 

—¿Qué tiene de interesante para ti Tres Caminos?

—Fue un desarrollo bastante grande de Infonavit, con casas de hasta tres y cuatro pisos. Uno de los primeros conglomerados urbanos densamente poblados. Sigue siéndolo y el aporte es que llegó mucha gente de otros estados, de esas segundas migraciones y se fueron a vivir ahí.

—¿Qué cosas encuentras que no cambian entre un barrio y otro de Monterrey?

—Una es el acento. La idiosincrasia del regiomontano es total, al menos en las pandillas queda marcada: “Nos vamos a fletar”, el domingo “de ir a fiesta o de tocada”, “con la morrita”, “vámonos a la Macro”… Porque hay otra cosa, ahora la Macroplaza como lugar de divertimento, de socialización, también es de los nuevos regios que vienen de San Luis.

 

Jardines de Anáhuac

Apunte de Nicho sobre barrio de San Nicolás de los Garza, otro de los municipios del área metropolitana de Monterrey:

“Esto fue en el 98.Estaba en la esquina de Roberto Espinoza y Diego Díaz de Berlanga, en la colonia Carmen Romano, enfrente de Jardines de Anáhuac. Iba pasando un raperito y estaba un cholito. Y yo me le quedo viendo a los tenis del cholito y le digo:

—Oye, qué buenos tenis, ya no usas Converse.

—No, uso estos.

(Eran unos tenis caros, precisa Nicho).

—¿Dónde los compraste?

—No, se los panchamos a aquellos.

Retomo esta anécdota en la que Nicho me ilustraba la forma en la que iba entrando la cultura consumista gringa a los barrios y que a la larga volvería a las pandillas en canteras del narco.

También la resalto aquí porque Carmen Romano es un barrio que conocí un poco, ya que la mayor parte de mi vida regiomontana ocurrió enfrente de la misma: la colonia Jardines de Anáhuac, donde había una pandilla que se llamaba Los Demons, en la cual traté infructuosamente de participar. 

 

Los Tapados

Nicho también era fotógrafo. Durante la llamada guerra del narco que desató Calderón, alguna vez publicó en MILENIO Semanal un ensayo fotográfico sobre los jóvenes que bloqueaban las calles de la ciudad, como en un informe del gobernador Rodrigo Medina o en alguna fecha emblemática. Debido a que tenían el rostro cubierto fueron bautizados como Los Tapados.

Nicho los vio así:

“Me tocó verlos y se convertían en la carne de cañón, el eslabón más débil. Se quitaban el paliacate y me decían: “soy yo”. Y yo les decía: “le voy a decir a tu mamá”.

“Lo que podemos decir es que esos días, fuera de la imagen y todo, nos sirvió a muchos reporteros, pues sabíamos que venía algo muy difícil, porque exhibió la inoperancia del Estado con estos jóvenes”.

“Estos muchachos tienen y tenían, muchas razones por qué manifestarse. ‘Crimen organizado’ era la etiqueta que le estábamos poniendo. ¿Y si se hubieran organizado ellos? Muy legítimo lo que ellos pedían, demandaban violaciones a derechos humanos: que a su hermano lo habían matado y que nadie había hecho nada, y lo más importante, convirtieron su rebeldía en realidad.

—Bueno, hubo una serie de agresiones directas contra ellos por parte del Estado. Por ejemplo, en la colonia Independencia cancelaron el acceso a las canchas deportivas del río Santa Catarina, las cuales se privatizaron para compañías locales. De repente los chavos que bajaban del cerro se topan con que la cancha está cercada y tienen que pagar una lana por jugar.

—Lo que no se gasta en materia de política pública o de desarrollo social en juventud, tarde o temprano lo vas a gastar en penales y equipamientos policiales. 

Diego Enrique Osorno

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