Aquí van dos charlas: la primera de Edwin a Lupita sobre lo que es vivir en Cartagena; la segunda de Ludwig a Majo y Jime acerca de lo que significa ser maestro de cualquier oficio en Europa
BITÁCORA PERIODÍSTICA “DIE ANDEREN AUGEN AN BORD” / CAPÍTULO XI
Ahora es el marinero Edwin quien relata a la zapatista Lupita la forma de vida de los jóvenes de Cartagena de Indias.
—Están los que según están estudiando, porque según no hay otra forma más que estudiar... Bueno, para ellos así es, pero para mí no; ellos lo necesitan, porque si quieres trabajar en empresas y cosas así, claro que necesitas el bachillerato y la libreta militar, o por lo menos ir a prestar el servicio como un año y medio, algo así.
Y el resto que no quieren hacer nada de eso, se dedican al mototaxismo, que es lo que más hay en toda la ciudad.
—¿Y a los que estudian les hablan de la vida, de cómo está la situación en el mundo y de los problemas del capitalismo? —pregunta Lupita.
—Sí que les hablan de la vida, de cómo está la situación, pero no del capitalismo…
—¿No les dicen nada?
—Bueno, hasta donde yo llegué, nunca me hablaron de nada de capitalismo ni mucho menos. Solo era ciencia, matemática, naturales, sociales y así, pero como que una charla seria seria sobre el tema, no.
—¿Y allá los jóvenes consumen drogas y alcohol?
—Sí...
—¿Nadie les dice nada?
—Solo los padres, pero el resto de la gente no. Ya si lo hace alguien es porque te quiere, pero sí se ve mucho a jóvenes ahora mismo que consumen demasiada droga y los que se mueren también de sobredosis.
—¿De sobredosis?
—Sí, no son muchos, pero sí…
—¿Y tú qué piensas?
—¿Cómo quieres que te diga, si ni siquiera consumo?
—¿No consumes?
—No, ¿tengo cara de consumidor o qué? (ríe)
—Solamente era una duda (ríe también)...
—¿Y cómo es tu barrio?
—Bueno, la ciudad en donde vivo es Cartagena y ahora hay mucho turismo, yo vivo en una loma...
—¿En una loma?
—Sí, allá arriba, donde ni siquiera la policía casi quería subir, aunque bueno, ahora sí, pero anteriormente había muchos atracos y no sé qué… Incluso el recibo de la luz y del gas no te llegaba a la casa, porque atracaban a los señores.
—¿En serio?
—Bueno, ahora está todo bien.
—¿Y hace calor ahí?
—Sí, siempre, el sol es muy caliente.
—Oye, ¿y cómo te has sentido en este viaje?
—Bueno, a mí me ha ido bien…
—¿No habías cruzado antes el Atlántico?
—No, es la primera vez que cruzo.
—¿Y a Europa no has viajado ni en avión?
—Tampoco, no. Es la primera vez que voy a Europa. Quiero ver si subo el pico de la isla cuando lleguemos a Azores.
—¿Al pico?
—Sí, ¿tú no piensas hacer algo en Azores?
—No sé si bajaremos.
—¿Por qué piensas que no te van a dejar bajar?, ¿acaso crees que te van a decir que vayas marcha atrás con la rata de acero?
—¿Qué tal que no nos dejan bajar como pasó en Cuba...?
—No, seguro que sí van a bajar, por lo menos a sellar el pasaporte y otra vez pa atrás: salida y entrada (risas).
—Ya veremos si nos dejan bajar (risas).
—Y si no, regresamos otra vez a México: un mes más viviendo juntos, viéndonos las mismas caras a diario en la guardia y en
la cocina.
—Por cierto, ¿ya nos toca ir a hacer la cocina?
—Sí, no sé qué vamos a hacer, pero ya le preguntaremos al otro compañero, Javier, a ver si él tiene idea de qué podemos hacer.
—Yo creo que hay que dar un día de dieta...
—Agua para todo el mundo y listo. Al cabo que por aquí hay mucha agua. (Risas)
****
Ese mismo día, mientras Edwin, Lupita y Javier preparan la comida, la guardia del barco está a cargo del capitán Ludwig y las zapatistas Majo y Jime, quienes nunca dejan de debatir sobre temas diversos.
—Ya les dije que no me digan capitán, por favor. Soy coordinador —dice Ludwig.
—¿El título entonces es coordinador de barco? —bromea Majo.
—Coordinador naval, eso es lo que soy y lo que me tienen que llamar…
—Me recuerda a como cuando hablan también de maestro. Maestro le dicen al profesor de primaria, pero la palabra correcta es profesor, porque maestro puede ser albañil, mecánico…
—Maestro es como un experto, alguien que tiene más experiencia en su profesión que
los demás…
—Sí, así decía yo a mis niñitos: ‘Yo no soy maestro, yo soy profesor: maestros son albañiles u otros profesores con más experiencia’…
—Bueno, pero no todos los albañiles son maestros. Solo los que tienen más experiencia. En Europa para poder llamarse maestro, primero tienes que haber aprendido la profesión. Por ejemplo, un albañil tiene que aprender su profesión tres años, después tiene que trabajar cinco años en su profesión y luego tiene que hacer una maestría, que son varios años y que también dura como cinco años más. Pasa mucho tiempo en Europa hasta que te puedas llamar maestro, un chingo de años.
—En México se aprende la maestría con el trabajo. Tengo un hermano que él igual, nada más mirando fue ayudante de albañil y la siguiente vez que ya intentó hacer una casita él, la gente automáticamente le decía maestro: ‘es usted maestro de esta obra’. Y mi hermano no había hecho una casa antes, esa era la primera que estaba intentando hacer. Dijo, yo lo voy a intentar y lo hizo…
—¿Cuántos años duró la casa antes de caerse? —bromea
Ludwig.
—Ahí sigue todavía
—Esa es suerte, no maestría. (Risas)
—Ya había trabajado mucho tiempo como ayudante de albañil.
—Sí, en Colombia es lo mismo. Allá uno se llama carpintero cuando trabaja de carpintero. No saberlo es otra cosa, pero cuando trabajas con madera se llama carpintero; en Europa hay muchos reglamentos antes de que te puedas llamar así. Es algo que tiene que pasar por escuelas, por cursos, por exámenes…
—A mí, de más chico, mi papá me quería meter en un taller que estaban impartiendo sobre mecánica, pero no me gustó la mecánica…
—¿Por qué no?
—Nooo, agarran grasa y grasa. Me gustó más el oficio de sastrería, pero no me mandaron ahí porque ya estaba completo el personal.
—¿Tienes máquina de coser?
—No, pero trabajé con unos amigos que tenían máquina. Empecé con una de esas caseras, estuve trabajando dos o tres meses en esa, pero se calentaba mucho.
—Entonces trabajaste demasiado, si se calentaba mucho…
—Sí, casi todo el día trabajaba yo y tenía que hacer cincuenta manteles en esa. Todo el día estoy trabajando, después se compró una máquina industrial y también me metí ahí para aprender, porque esa lleva de tres a cinco hilos y hay que enhebrar todo con doble aguja. Ahí me metí y en tres días me enseñaron y aprendí. Zas. Era más rápido.
—Se puede coser todo con la mano, pero es una de las pocas cosas que de verdad yo aprecio mucho de las máquinas: la máquina de coser para coser las velas. Si eso lo tienes que coser con las manos es duro, muy duro, porque el material es muy grueso también y eso con la máquina es rápido.
—¿Pero tienes otra máquina aparte de la pequeña?
—La pequeña no sirve para las velas. Hay otra allá abajo en la sala, en una caja al lado del sofá. Ahí adentro está. Es una máquina grande, muy antigua, marca Adler. Ahí puedes pasar material así de grueso como mi dedo. De hecho puedo coser mi mano, si lo deseo.
Tras advertir nubarrones a lo lejos, Majo cambia el tema.
—Parece que viene la lluvia por allá.
—Yo la vi hace rato y pensé que esa lluvia venía para acá, pero parece que al final se quedó allá.
—Bueno, terminó nuestra guardia y se fue la lluvia.
—La lluvia no es para nosotros.
(CONTINUARÁ…)