Política

Democracia emocional

  • En la tormenta
  • Democracia emocional
  • David Herrerías Guerra

Los sociólogos que miran la posmodernidad utilizan diversos conceptos o metáforas para describir el cambio cultural que vivimos: liquidez, cansancio o la ligereza, en Lipovetsky. Hay vasos comunicantes entre todas estas miradas, como la pérdida de lo sólido y pesado de la modernidad, que se expresaba en grandes relatos y utopías que movilizaban a las personas o la ligereza, que se busca en las cosas, en las personas y en los vínculos humanos.

Las democracias en el mundo se han visto afectadas por estas nuevas culturas porque se ven vaciadas de proyectos articuladores, por un individualismo que se desmarca de las utopías colectivas. Las identidades también son más ligeras, líquidas, sin conciencia de pertenencia de clase o política. Se desconfía de las grandes ideas, que no son capaces de cambiar el mundo. Aunque se extraña la profundidad intelectual, se quiere llegar a ella a través de un click. No es la época de la profundidad sino del eterno recreo, de la seducción del hiperconsumo. Hay cada vez más electores sin partido, dispuestos a cambiar no por razones, sino por emociones.

La comunicación debe ser rápida, ligera, evanescente. La sociedad de rendimiento nos hace vivir de prisa, no hay tiempo para detenerse, para pensar. El intelectual no es ya el que mueve a la acción política sino los medios y las redes sociales. El discurso ha pasado de las ideas y la razón, a la emoción. Las redes no permiten la elaboración precisa y tampoco los usuarios están dispuestos a detenerse en razonamientos complejos.

Emociones, espectáculo, sensaciones. Ahora no se trata de argumentar, lo importante no son los conceptos, ni los hechos comprobables, sino el efecto que las palabras puedan tener en el espectador. No es solo que se comuniquen distorsiones de la realidad, sino que se crea una realidad alternativa en la que las personas se ven envueltas. Esto se facilita por los algoritmos que seleccionan los mensajes y las cosas que ya me gustaron alguna vez. Reforzamos cada vez más las imágenes previas y no nos interesa verificar si lo que se dice es realidad.

Se genera una polarización virtual que tiene, desde luego, su correlato en la vida real. Pero en el hiperespacio se potencia, y los comunicadores políticos saben que las elecciones se juegan más en estas realidades virtuales y emocionales, que en la vida real. No se apela a la razón ni a las grandes ideas, sino a sembrar en el elector el odio a unos y la adhesión incondicional a otros. Así se vienen las campañas, no lo podremos evitar.

Pero sí podemos volver a la razón, a la sospecha intelectual, a la búsqueda de los hechos reales, de los argumentos sólidos, pesados, y a la capacidad de dialogar desde ahí. 


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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