Política

Me faltan banderitas

  • En la tormenta
  • Me faltan banderitas
  • David Herrerías Guerra

Tengo la impresión de que estos días patrios van perdiendo su carácter festivo. Las calles lucen desangeladas, me faltan banderitas tricolores, se respira poco la fiesta y celebración. El asunto no es menor, porque uno de hilos que ayudan a dar forma al tejido social son los rituales y las fiestas. En el caso de la religión, por ejemplo, vemos como algunas colonias siguen cerrando la calle para hacer posadas y el día del patrono la parroquia se extiende a las calles aledañas con juegos y celebraciones populares. Todas estas fiestas hacen que los participantes se identifiquen unos con otros, fortalezcan su sentido de pertenencia y renueven sus vínculos. Pero el punto de partida es su adhesión a una fe religiosa, a unos principios.

A nivel civil, las celebraciones cumplen esta función: nos ayudan a identificarnos como pertenecientes a una nación y ayudan a renovar nuestros vínculos y a fortalecer nuestros valores comunes. Un círculo virtuoso que se puede ir rompiendo, de tal forma que la fiesta va perdiendo sentido y puede ir muriendo. Las razones de esta ruptura son múltiples.

Una explicación posible está en una educación cívica solo formal, poco significativa y desconectada de los valores cívicos profundos, que convierte los rituales en celebraciones rancias y carentes de significado. Algo tendrá que ver también la importación de modelos culturales que compiten con las identidades nacionales.

Pero otras razones, más profundas, pueden ser la desconfianza en las instituciones (gobierno, autoridades), basada en los hechos, pero mucho más en una cultura política que no ha puesto límites a las descalificaciones y marrullerías en la lucha por el poder, desgastando hasta el límite las figuras de autoridad que debieran ser más respetadas. Si los gobernantes no son percibidos como dignos de orgullo, uno tiende a desconectarse de los símbolos nacionales.

Otra explicación de este desencanto patriótico puede ser la falta de espacios para la participación verdadera. Los mecanismos que permiten a las personas sentir que el rumbo de la patria es compartido fortalecen la adhesión y la pertenencia. En cambio, vemos que cada vez más se entiende la “participación” ciudadana, desde el poder, como un ejercicio de simulación, sea mediante acarreos groseros o discretos. No sé si es primero el huevo o la gallina, si fomentar un nuevo espíritu de celebración y amor patrio nos puede llevar a construir una mejor democracia, o si tendremos que arreglar este juego político tan defectuoso para recuperar nuestro gusto por celebrar, bajo el manto amoroso de la patria. Por lo pronto, va un abrazo cariñoso en el aniversario de esta nación que nos hermana.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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