Reducir la abrumante votación del 62% a favor del “Rechazo” del nuevo texto constitucional en Chile a que el pinochetismo ha vuelto, a las fake news o la millonaria campaña de la derecha, sería menospreciar a las y los ciudadanos chilenos y sólo ver las ramas, por no querer ver el árbol.
Sin duda alguna, pueden tratarse de factores influyentes, pero no de los únicos. Los resultados deben explicarse multifactorialmente. La propuesta constitucional se atrincheró en un solo bando político, el de la izquierda, dejando vacío al centro y a la centroizquierda, que terminó votando en contra de la propuesta y por cambios más bien moderados y no tan radicales.
El presidente Gabriel Boric también asumió un rol demasiado protagónico, muy apegado a su origen ideológico, al tiempo que la popularidad de su gestión iba disminuyendo, por lo que, en alguna medida, también se trató de un voto castigo a su gobierno.
Recordemos que luego del estallido social en 2019 que dio origen a este proceso, la Convención Constitucional se logró bajo un acuerdo político transversal, que incluyó al oficialismo y a la oposición para redactar una nueva constitución; no así los resultados de un proceso y un texto que, a juzgar por las cifras, no interpretaron al pueblo en su conjunto y no lograron gestar la anhelada unidad.
En sí misma, la Convención también tuvo muchos tropiezos generando desconfianza entre la población. Fue un trabajo conflictivo, complejo, fragmentado, de lenguaje altisonante, de peleas que se hicieron públicas, de mucha inexperiencia política, de informalidad que no correspondía con el momento histórico, y de ánimos caldeados entre grupos distintos. Se les olvidó la exigencia del pueblo de consenso, unidad y cambios graduales.
Asimismo, la derecha quedó fuera, no sólo de los resultados, muchos de los cuales votó a favor, sino especialmente de la posibilidad de diálogo. Una buena parte de ese espectro ideológico que mostró disposición al debate se chocó con una gran cerrazón, generada en parte por rencores acumulados y por responsabilidades achacadas a quienes ostentaban el poder.
Aunque tarde para el proceso, horas después del resultado del plebiscito, el presidente Boric tomó la decisión de realizar profundos cambios en su Gabinete de ministros, abriéndole la puerta a políticas y políticos de la centroizquierda tradicional, forjados en la transición democrática. “Los cambios de Gabinete siempre son dramáticos y a este no le ha faltado su dosis. Tenía que doler y duele, pero es necesario. Este es uno de los momentos más difíciles que me ha tocado enfrentar”, dijo durante el anuncio de este martes.
Personas de su entorno más cercano y personal, del primer anillo de poder, como su exsecretario General de la Presidencia, Giorgio Jackson, y su exministra del Interior, Izkia Siches, fueron reemplazados por nombres como Carolina Tohá y Ana Lya Uriarte, muy cercanas a Michelle Bachelet; un giro hacia el centro ideológico, un giro hacia la apertura que reclamaron la mayoría de los quince millones de chilenos y chilenas que acudieron este domingo 4 de septiembre a las urnas.
El primer mandatario indicó que este no es el fin del camino y que buscará otros mecanismos para impulsar un nuevo proceso constituyente, ahora de forma más concertada. El lunes siguiente a la derrota iniciaron las conversaciones con todos los sectores políticos y, el Congreso Nacional, tan fragmentado, jugará un papel fundamental en la forma y el fondo de esta nueva exploración política, así como la recién nombrada Ana Lya Uriarte en su relación desde el Ejecutivo con el parlamento.
Cualquier nuevo camino tendrá que salir de la lógica derecha versus izquierda. La gente le dijo no a una parte del proceso, no a todo. Cerca del 80% de las y los chilenos votaron en el plebiscito de entrada a favor de cambiar la Constitución, eso no está en duda. No se trata tampoco de un triunfo de la derecha ni de que la derecha ganaría las próximas elecciones con un 62%. Es una clara y contundente expresión de un país que quiere avanzar hacia el futuro dejando atrás los vestigios de la dictadura, pero que todavía está poniéndose de acuerdo en los cómos y sus implicaciones.
@DanielaPachecoM