Desde su anticipado retorno para anunciar su siguiente candidatura presidencial a la prontísima “salida” del país que tanto ama, Ricardo Anaya dice que estará fuera una temporada, pero esperemos que no fuera del aire. Ya nos habíamos acostumbrado a esos videos del México profundo narrados con lenguaje del pueblo, mirada penetrante, look de administrador y durísimos dichos que han puesto a tambalear a este gobierno.
Dice que se exilia, aunque no viva en México, para seguir luchando desde su sala en Atlanta, y dicen sus seguidores, que rondan los 70 millones (con base en las reproducciones de sus videos), que la injusticia ha dado lugar a un nuevo Nelson Mandela. Además de su pendejez, ¿cómo les decimos que a Mandela no lo encarcelaron por recibir moches para aprobar una reforma energética?
También asegura Anaya que el presidente López Obrador no quiere que sea candidato. Pues no, nadie quiera que lo sea, ni siquiera el propio PAN, cuyos miembros lo denunciaron tiempo atrás, ni tampoco quienes lo patrocinaron en su último fracaso electoral.
Ricardo Anaya es acusado, junto a otros ex legisladores, de formar parte de operaciones con recursos de procedencia ilícita, asociación delictuosa y enriquecimiento ilícito, entre otros. Aunque acusa a AMLO de emprender una cacería en su contra, hay que recordarle que lleva años siendo investigado por denuncias presentadas por sus propios coequiperos; fueron Ernesto Cordero y Javier Lozano, ex secretarios del gobierno de Felipe Calderón, quienes en 2018 cuestionaron el origen de su patrimonio familiar y lo señalaron por el delito de lavado de dinero.
Con la justicia respirándole en la nuca, parecería más bien que el ex candidato presidencial quiso dar el primer golpe y, escudado en el pacto de impunidad que cobija a los políticos en México, ahora aduce persecución. Frente a una candidatura que sólo provoca desbandadas y muchos memes, nada como declararse perseguido político para evadir la justicia e intentar ocupar un espacio relevante, al menos en la opinión publicada, al mejor estilo de Juan Guaidó.
Aunque va muy solo en su carrera por la Presidencia, va encontrando aliados en el camino como Margarita Zavala y el propio Felipe Calderón que, después de sumarse a las acusaciones en su contra, hoy se solidarizan con su tragedia. Cualquier cosa antes que compartir una celda. Otros como Gustavo de Hoyos Walther lamentaron que Anaya “tenga que partir al exilio”, aunque se parezca más a una huida, y calificaron el hecho como un golpe a la realidad democrática del país.
Lo verdaderamente lamentable para nuestra realidad democrática es que de los dieciséis señalados por Emilio Lozaya, sólo uno, Jorge Luis Lavalle, esté preso. Eso sí es una verdadera porquería, tal y como dice el mismo Anaya. Veamos para cuándo queda su próximo regreso.
Daniela Pacheco